1.
Nadie sabe porque, pero el tiempo perdió
su linealidad, se quebró, se plegó, se rehízo. El día de mañana es totalmente
independiente del día de hoy. En este momento soy mecánico, tengo esposa y dos
pibes, pero ayer fui 10 años más joven, gay y vendedor de electrodomésticos. El
miércoles era un maduro soltero caravanero, dueño de una agencia de autos
usados y el jueves maestra jardinera. Así, cada día es una sorpresa:
absolutamente impredecible. La vida es irremediablemente cambiante. Si nos
gusta, mañana será otra y si no nos gusta, también. No hay otra estrategia de
vida posible que vivir ahora. El futuro ha sido roto, desmantelado por la
fractura del tiempo. El ahorro, la previsión, los vínculos formales y todo aquello
que requiere ayer y mañana perdió sentido. Mañana nuestra familia será otra.
Nuestros amigos y enemigos se renuevan día a día. Hoy vivimos para el mañana de
otro.
2.
Antes los días se parecían mucho entre si
y los recuerdos crecían despacio. Ahora un día genera un montón de recuerdos
que se acumulan como expedientes de ministerio. Se vuelven pesados y me acosan
queriendo aparecer hoy. No hay lugar para tantos recuerdos. Cuando mi día es
triste o aburrido, entran más. Hay días enteros que apenas sirven para
recordar. Soporto mejor esta oficina recordando que fui bombero, carpintero y
actor. Soporto mejor esta angustia recordando que fui feliz. Soporto mejor esta
muerte recordando que estuve en un vientre cálido.
3.
Cuando el día no pinta bien, me escondo a
recordar. Tengo muchos recuerdos para recurrir. En algunas vidas me cuesta más
encontrar un escondite, pero ese es mi único objetivo de vida continuo e
invariante: esconderme y recordar. Llevo meses así, escondido día tras día,
negándome a las vidas y a los otros.
4.
Hoy soy abogado, casado, tres pibes, una
amante, y vivo en un chalecito. Me resultó fácil encontrar un escondite en un
entretecho y desde temprano estaba aquí recordando hasta que se abrió la
puertecita y entró una mujer.-¿Qué hacés acá?
-Nada, sólo vengo a recordar. Haceme un
lugarcito que recuerdo sin joder. Esto da para muchos recordadores.
Durante horas recordamos en silencio.
Abro los ojos y la observo. Observo cómo cambia su cara, como se le dibujan
sonrisas, le explotan carcajadas, como se toca. No me cuesta imaginar sus
recuerdos completando el esqueleto de sus gestos. Esta mina fue feliz. Yo fui
feliz. Fui más felíz viviendo vidas que reciclando recuerdos, pero sigo
recordando. No se porque nunca quiero estar donde estoy, como en esa vida que
me la pasé buscando salvación en los chats de mi celular.
5.
A la tardecita, nuestros ojos abiertos
coincidieron. Hablamos de nuestros recuerdos, nos contamos muchos de nuestros
días y nos sorprendió encontrar que coincidimos en uno; que en una de estas
vidas de un día estuvimos juntos. Ese día es hoy y acordamos vivirlo.
Enrique Spinelli, 2017.
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