viernes, 15 de octubre de 2010

Pasto de potrero

Pasto de potrero


En la calle 9 había un potrero con un extraño comportamiento. Allí el pasto sólo crecía en los arcos y en la línea central, digamos que era un “negativo” del pasto típico de todos los potreros balcarceños. En este potrero el agua se acumulaba en los laterales; lugar donde sólo crecía alguna que otra paja viscachera.

Nunca se pudo conocer el porqué de esta rareza. Ingenieros del INTA tomaron muestras del fino césped, pero en cuanto perdía contacto con el suelo, el césped se secaba. Tomaron entonces muestras del suelo, que resultó totalmente común.

Cuando se dejaba de jugar en el potrero, el pasto se secaba en unos pocos días. Luego de un sinnúmero de pruebas y contrapruebas, el Dr Ulises Garsú encontró que para que el pasto creciera, debían jugar al menos 4 de una precisa lista de 12 niños del barrio.

Unos tipos de Mar del Plata, a cambio de un juego de camisetas blancas, llevaron a los pibes del barrio para mejorar su cancha de golf. Jugaron un ratito y toda la cancha quedó como un billar, a excepción de los greens que quedaron en tierra viva. Los dueños de la cancha la rediseñaron con enormes greens y pequeños bunkers.

Los niños crecieron, algunos se fueron del barrio, otros simplemente se hicieron adultos y dejaron de concurrir al potrero. Con el tiempo no quedaron niños de la lista que jugaran allí y el potrero se cubrió de cardos y pajas vizcacheras.

Pasaron muchos años. Era una tarde en Navidad. Unos cuantos pibes chiquitos estaban jugando a las escondidas entre el pastizal del potrero, cuando de repente todo el terreno quedó tapizado de un finísimo, verde e impecable césped futbolero. Los pibes -con total naturalidad- agarraron una pelota, cuatro medio-ladrillos para los arcos libres y empezaron el partido.

El Dr. Garsú, que había abandonado la investigación, se enteró del hecho e inmediatamente se acercó al milagroso lugar. En un primer momento pensó que tenía algo que ver en con la Navidad; y en verdad era así. Las fiestas de fin de año son instantes de regreso en Balcarce, donde se vuelve a visitar a los viejos. Los niños que jugaban eran los nietos de Darma, de Pichi, de Aurora, …, de Marta. Eran pibes del barrio.


Enrike, 2010.