viernes, 3 de diciembre de 2010

Romualdo Diaz

uno
Romualdo Diaz es sólo un hombre solo. Solo de amigos, solo de familia; muchas veces solo de si mismo. Romualdo a veces se escapa de Romualdo y la nada remanente corre tras él entablando épicas carreras. Corren carros, carreteras, carrozas, carozos, caricias. Todo para distraerse, no alcanzarse y evitar así la mutua aniquilación. Nada más vulnerable que la nada: cualquier cosa la vuelve algo y la destruye. Nada más vulnerable que Romualdo sin nada. De vez en cuando pactan una tregua y se sientan en dos sillas, mesa de por medio. Romualdo fija su mirada en la nada y la nada, su única compañía, nada. Él sólo espera que ya sea tarde.

Está claro que es distinto, poco común, no-normal; lo cual no es bueno para él ni para los otros; aunque a éstos, poco les importa. Una estrategia de los distintos es buscar virtud en la rareza, pero no tiene sentido. ¿La vaca de dos cabezas fue feliz? ¿Ser solitario? ¿Tener el pelo verde? ¿Comer carne cruda?

Algunos dicen que su poesía es triste, que el mundo no quiere de esto; que todos quieren alegría, jajaja, cosas cómicas, llevaderas. Romulado dice que para que exista la alegría debe existir la tristeza, que para exista el amor debe existir el desamor, la desilusión; que para entender la amistad debe existir la traición. No podemos valorar al poeta Alcoyana si no conocimos a Romualdo; no entenderemos a este último sin el primero.

Por alguna razón, él quedó a cargo del lado oscuro para que exista el brillante. Digamos que Romualdo se encarga del trabajo sucio del mundo feliz.

Pensaba mucho en el suicidio pero no en suicidarse. Lo utilizaba para calmarse cuando la angustia lo arrinconaba. Ahí, por un instante lo planeaba; y cómo estaba convencido de que tras su muerte no había más que nada, decidía continuar. Nada peor podría suceder y valía la pena seguir, aunque sea por curiosidad, para ver que hay al otro día, al otro y tras el otro. No sufría. Sólo era triste; como otros son altos, morochos, rubios o simpáticos.

Vivía de la poesía y subsistía de los derechos de su canción “Mi triste soledad”. No pasaba necesidades, sí un poco de hambre y frío.


dos
Romualdo es un ser aislado pero busca el amor. Soledad, la mujer de sus sueños, también es una persona aislada. Ambos están, existen, seguramente se buscan, pero deambulan aislados por el universo sin pistas uno del otro. Son dos burbujas únicas en la atmósfera, dos botones únicos en un shopping.

Soledad existe, pero Romulado está solo en su altillo de la calle 7 y ella sola en su cuarto de Villa Ballester. La empresa del encuentro es apenas imposible. Romualdo lo intuye y se relame.


tres
Romualdo buscaba a su manera. Salía por las noches y cuando nadie lo veía pegaba carteles que decían: “Te busco”. Cuando viajaba, llevaba algunos de estos carteles y salía por las noches a pegarlos. Por mucho tiempo no tuvo ninguna respuesta; pero un día encontró un cartel que decía “Te busqué”. Tal vez fue obra de un gracioso, pero esto lo motivó y comenzó a aventurarse más lejos para colgar sus carteles.

Caminaba de noche y cuando no veía a nadie en la cuadra, ni en la siguiente, ni en la previa; pegaba su pequeño cartel. Estaba pegando uno de estos cartelitos cuando observo que a un par de cuadras alguien se acercaba. Huyó, pero debía volver: no había llegado a alinear perfectamente el papelito con el marco de la vidriera elegida. Cuando vio que todo estaba despejado, regresó y encontró su papelito medio torcido y al lado uno perfectamente alineado que decía “Te busco”. La sangre le recorrió el cuerpo miles de veces en un segundo; el corazón le abarcó de las sienes a los pies. Atesoró ambos papeles y recorrió la ciudad, calles pares, impares, diagonales y encontró nadie.

Desde ese día, Romualdo visitó el lugar todas las noches. Soledad también. Claro que ambos huían apenas veían a alguien acercarse. Un día él se distrajo y se quedó dormido en la vidriera. Soledad no lo vio y se acercó al lugar. De repente se encontraron y -por supuesto-  huyeron por las desoladas calles en direcciones opuestas. Quedó bien claro para ellos que eran ellos.

Esa noche comenzó a llover, a llover, a llover formando una densa cortina. En las calles de la ciudad solo quedaron dos amantes de la lluvia que la recorrían en todas las direcciones. La lluvia también los amaba y los reunió en la esquina de 20 y 11, en 14 y 17, Avenida del Valle y 8, 9 y 22, Kelly y 31. Se miraban, se intuían tras la lluvia, y continuaban huyendo. Así sucedió en cada esquina hasta que continuó lloviendo en una única esquina del pueblo, donde lluvia, Romulado y Soledad se abrazaron. Este abrazo engendró un mundo que sólo ellos habitarían.


cuatro
En un segundo se conocieron por completo. Ella era exactamente la imagen de Soledad que Romualdo había construido. Romualdo era exactamente el Romualdo de Soledad.

Para los otros eran un par de extraños e incomprensibles personajes. Ellos sabían exactamente que pensaba el otro instante a instante: cuando huir, cuando esconderse, cuando leer, cuando ver la luna, cuando películas, cuando besarse, cuando todo. Frecuentaban lugares donde no hubiera nadie o -algo parecido- donde hubiera muchísima gente.

Los buenos tienen amigos. Los malos tienen amigos. Ellos no tenían amigos, conocidos ni familiares; Romualdo sólo tenía a Soledad y Soledad a Romualdo. Compusieron un pequeño infinito donde jugaban al amor días con sus tardes y noches con sus mañanas. Fueron felices, aun produciendo la tristeza que el mundo les demandaba.


cinco
Vivían en un mundo aislado donde no se necesita la verdad, la mentira ni las comparaciones.

En algún momento Soledad comenzó a espiar el exterior, a huir más despacio, a usar paraguas, a esconderse a medias y hasta llegó a hablar con alguien. Fue todo muy paulatino hasta que un día llegó a reírse ¡a carcajadas!

Romualdo, perplejo, aterrorizado, desolado y atónito, la observó alejarse y quedó solo; produciendo oscura tristeza para que la felicidad ajena resalte en su fondo negro. Ella se mezcló con el universo y posiblemente fue feliz. A él le quedaron dos opciones: convertirse en una marginal persona de ese mundo o esperar otra Soledad para otro mundo. El tipo apostó fuerte.


Enrike, 1990.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Futbol con Alas

Fútbol con Alas

Los muchachos del “Club Social y Colombófilo Alas Balcarceñas” no concurren al fútbol de la liga local, pero si a los partidos de “baby fútbol”. Allí colaboran con Marmorato, el entrenador de las divisiones infantiles, en la preparación de los choripanes y en la organización de los pibes.

Era un partido como muchos otros, pero de repente ocurrió algo increíble y desagradable: unos adultos del Boca Juniors que miraban el partido ¡insultan a un niño!  En un instante, con la velocidad de un acto reflejo -donde no interviene la razón- los muchachos estaban sobre estos tipos con varios puños en sus manos. De alguna manera, también increíble, los 14 policías de Balcarce intervinieron en ese mismo instante, evitando la catástrofe. El mismísimo comisario congeló en el aire la letal alpargata de Soguita. Las acciones se circunscribieron entonces a lo verbal, donde el poeta Alcoyana se lució con frases como: “el espejo del otoño hoy te devuelve agrio y anciano”, “el niño que no fuiste, era el que todos esperaban”, “la concha de tu hermana” y “¡cagón culiado a máquina!”

Para frenar el conflicto, el jefe de la fuerza policial propuso dirimir las diferencias en un partido entre los grupos enfrentados. Estableció fecha para el domingo siguiente, como una atracción previa a los encuentros de fútbol infantil. El encuentro se jugaría en la misma canchita de baby, 5 contra 5. Por supuesto que la delegación del Alas Balcarceñas aceptó sin titubear. Apenas titubeó algún que otro insulto adicional.

Los del Boca eran todos jugadores del campeonato de “papi futbol” y entrenaban dos veces por semana en su propio campo con arcos de caño y red. Los muchachos del Alas estaban mucho más que retirados, pero no arrugaron. Arrugar es un verbo que no saben conjugar en primera persona.

En cuanto se enfriaron un poco, el Negro Marmorato, gran estratega y teórico del futbol, comenzó a diagramar el equipo y las acciones a seguir. El Negro no disponía de un gran material, pero si conocía hasta el alma de sus amigos. Así, haciendo virtud de las limitaciones, preparó un esquema que no apuntaba a obtener lo mejor de cada uno, sino lo mejor de todos juntos.

El equipo del Alas Balcarceñas era un cúmulo de entrañables personajes: Soguita, Marmorato, el Dr. Ulises Garsú, Alcoyana y el Mirlo; cada uno con sus particularidades pero componiendo una monolítica unidad.

Soguita es una demostración del principio de conservación de la energía. Su vitalidad no es para nada desmesurada; normalmente gasta menos energía que una lombriz, pero en situaciones límites puede mostrar inusitado vigor. Sin duda, ésta era una situación límite y el entrenador descontaba que el quinielero expondría todo su potencial. El pensamiento de Soguita es bastante lineal, así que Marmorato lo ubicó como carrilero por izquierda con muy precisas instrucciones.

Alcoyana, portador de una fabulosa habilidad, pero con un estado físico nulo, horadado por salamines y vino, fue destinado al medio campo, con la función de crear y distribuir excelso juego.

Marmorato, como “2” aportaría su juego rústico para imponer firmeza en la línea de fondo, formando con Soguita una “L” infranqueable.

En el arco, el Dr Garsú era una garantía. Desde niño, el farmacéutico siempre había jugado de arquero. Ahora tenía algunos problemas en una rodilla, pero esto no le impedía desempeñarse con soltura en este puesto.

La gran genialidad de Marmorato para este equipo fue la figura que compuso para El Mirlo, quien tenía un estado físico excepcional. En base a este jugador, Marmorato creó un nuevo esquema de juego donde el Mirlo oficiaba de “carrilero elíptico”: una función nunca antes vista en el fútbol planetario. Soguita, como “carrilero lineal” circularía por la izquierda, pero el Negro sabía que los demás jugadores (él incluido) estarían prácticamente clavados en la cancha. La función del Mirlo era trasladar la pelota -y jugadores, si fuera necesario- por toda la cancha, conectar a Soguita con el resto del equipo, llevar y traer desde cualquier punto a cualquier otro.

El equipo y el esquema estaban, pero restaba preparar jugadas y verificar el funcionamiento del equipo. Para esto utilizaron el metegol del club, al cual le sacaron los 5 del medio. Garsú personificado en el arquero petiso; los dos de atrás eran Marmorato y Soguita; los tres de adelante, de nuevo Soguita, Alcoyana y una de las posiciones del Mirlo. Otro Mirlo, realizado en miga de pan, fue necesario para recrear su función de “carrilero elíptico”: un puesto que se apartaba de los esquemas establecidos y que no existía al momento de la génesis del metegol.

Fue una semana muy dura a triple turno. Relajación a la mañana, práctica en el potrero por la tarde, ensayo de jugadas en el metegol a la tardecita. Por esos días los colombófilos fueron los héroes del barrio. Sin siquiera insinuar, recibían a diario carne, vino y pastelitos que los mantuvieron en asadito todas las noches. Los días de entrenamiento y planificación pasaron; y muy rápido el equipo se encontró con el domingo que los posó en el círculo central.

El capitán del Alas ganó el sorteo y eligió el arco con el sol atrás. Los primeros minutos, mientras los equipos se estudiaban, fueron aburridos, hasta amables. Luego el DT colombófilo comienza a utilizar al Turco Alcoyana, que con su habilidad intacta, gambeteaba rivales en una baldosa y era imposible quitarle el balón. El inconveniente era que, limitado por su estado físico, siempre gambeteaba en la misma baldosa. Marmorato rápidamente advirtió que a su equipo le faltaba desplazamiento y encomendó al Mirlo para que además de trasladar el balón, trasladara también al Turco. Así, el Mirlo desplazaba a Alcoyana mientras la zurda endemoniada de éste iba burlando rivales. Los Boca quedaban tirados como miguitas de Hansel y Gretel, describiendo sinuosos filetes que conducían a su propio arco. Así le hicieron 3 al hilo, pero los de Boca comenzaron a llorar, a protestar que la técnica era ilegal, que los jugadores debían constituirse como individuos y una larga serie de débiles argumentos que abrumaron al árbitro; quien finalmente exigió que Alcoyana debía desplazarse por sus propios medios.

Los de Boca eran algo torpes pero no estúpidos, dos de ellos eran profesionales: el abogado Mendéz y el arquitecto Echagüe. Sabían que a los muchachos como individuos, los pasaban por encima. Con la anuencia del réferi apuntaban a convertir el equipo de Marmorato en 5 individuos; pero esto era imposible, porque los muchachos son un mismo organismo.

Por un tiempo los del Alas quedaron algo perdidos. Soguita seguía muy firme, pero los Boca encontraron que por la derecha podían llegar. Garsú estaba hecho un demonio y sacó unas 37 pelotas de gol, pero finalmente llegó el 3 a 3 y seguían acosando la valla del farmacéutico. Esto duró hasta que el férreo 2 del Alas empezó a ajustar, digamos mejor ajusticiar, en la puerta del área.

El partido estaba estancado. Mendéz insiste una vez más por la derecha; el Mirlo se pasa de largo, llega el Negro que cruza al abogado y lo deja colgado del travesaño como salamín secándose en la caña. El árbitro le perdonó la vida eterna a Marmorato y apenas le sacó la roja, cuando toda la hinchada boquense, especialmente Maria Cristina Barceló de Mendéz, pedía a gritos su excomunión. 

El Alas queda con 4. A Marmorato lo mandan al vestuario, pero como vestuarios no hay, lo echan del predio y continúa dando indicaciones a los gritos del otro lado del alambrado. La situación era muy complicada; estaban con uno menos, empatados y faltaban 7 minutos. El entrenador piensa, piensa y piensa. Los muchachos no saben que carajo hacer, así que se la dan a Alcoyana que se pone a hacer jueguitos para deleite de la tribuna que aplaude a rabiar y furia de los rivales que no le pueden sacar el balón. De pronto ocurre lo impensado, lo imprevisto, la sorpresa que hace la vida vivible. Soguita, que durante todo el partido fue haciendo una zanja pegadita a la cal del lateral; porque si, o vaya a saber por qué, abandona su línea y describe una curva celestial; pasa por detrás de Alcoyana y sigue hacia el arco rival donde recibe una parábola, una metáfora del Turco, que conecta abajo con un impecable frentazo y marca el triunfo del Alas. No grita el gol y vuelve en silencio a su línea lateral izquierda para seguir allí siendo Soguita. Sus amigos lo alcanzan y se unen todos en un abrazo, cada vez más fuerte y más pequeño, cuando  escuchan muy lejos el pitido que marca el fin del partido. 

Ese gol, de un modesto partido desafío 5 contra 5, fue durante años el gol más comentado en Balcarce. Los abogados y los vendedores de autos dicen que la pelota pegó en la línea y entró levantando un poco de cal. Los otros dicen que vieron clarito en la misma línea cómo la pelota se transmutó en paloma; una paloma del “Alas Balcarceñas”.


Enrike, 2010.

viernes, 15 de octubre de 2010

Pasto de potrero

Pasto de potrero


En la calle 9 había un potrero con un extraño comportamiento. Allí el pasto sólo crecía en los arcos y en la línea central, digamos que era un “negativo” del pasto típico de todos los potreros balcarceños. En este potrero el agua se acumulaba en los laterales; lugar donde sólo crecía alguna que otra paja viscachera.

Nunca se pudo conocer el porqué de esta rareza. Ingenieros del INTA tomaron muestras del fino césped, pero en cuanto perdía contacto con el suelo, el césped se secaba. Tomaron entonces muestras del suelo, que resultó totalmente común.

Cuando se dejaba de jugar en el potrero, el pasto se secaba en unos pocos días. Luego de un sinnúmero de pruebas y contrapruebas, el Dr Ulises Garsú encontró que para que el pasto creciera, debían jugar al menos 4 de una precisa lista de 12 niños del barrio.

Unos tipos de Mar del Plata, a cambio de un juego de camisetas blancas, llevaron a los pibes del barrio para mejorar su cancha de golf. Jugaron un ratito y toda la cancha quedó como un billar, a excepción de los greens que quedaron en tierra viva. Los dueños de la cancha la rediseñaron con enormes greens y pequeños bunkers.

Los niños crecieron, algunos se fueron del barrio, otros simplemente se hicieron adultos y dejaron de concurrir al potrero. Con el tiempo no quedaron niños de la lista que jugaran allí y el potrero se cubrió de cardos y pajas vizcacheras.

Pasaron muchos años. Era una tarde en Navidad. Unos cuantos pibes chiquitos estaban jugando a las escondidas entre el pastizal del potrero, cuando de repente todo el terreno quedó tapizado de un finísimo, verde e impecable césped futbolero. Los pibes -con total naturalidad- agarraron una pelota, cuatro medio-ladrillos para los arcos libres y empezaron el partido.

El Dr. Garsú, que había abandonado la investigación, se enteró del hecho e inmediatamente se acercó al milagroso lugar. En un primer momento pensó que tenía algo que ver en con la Navidad; y en verdad era así. Las fiestas de fin de año son instantes de regreso en Balcarce, donde se vuelve a visitar a los viejos. Los niños que jugaban eran los nietos de Darma, de Pichi, de Aurora, …, de Marta. Eran pibes del barrio.


Enrike, 2010.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Alcoyana habla de mujeres

Alcoyana habla de mujeres


Como todos saben, el Turco Alcoyana es el más prestigioso y prolífico filósofo balcarceño. Su fama ha traspasado las fronteras de la ciudad, pero no así él, quien es muy reacio a salir de Balcarce. El Turco es frecuentemente entrevistado por distintos medios, que se acercan a él para obtener su opinión atemporal sobre distintos temas, desde los más sublimes y humanos hasta los económicos. Transcribiremos aquí una más de las entrevistas al pensador balcarceño. En este caso se trata de una nota realizada para la revista femenina “Recontramujer”

Buenas tardes, Alcoyana. Estoy preparando una nota sobre la mujer balcarceña y todos los caminos me conducen hacia usted.
Viéndola a Usted llegar no me arrepiento en absoluto de haber dado todo lo que tengo para dibujar el camino que la ha conducido.

Usted es un todo un seductor ¿A mi, … que me daría?
Le daría mi corazón, pero ya me lo ha roto. Me quedan buenos los riñones.

¿Cómo hace para decir siempre lo que una mujer quiere escuchar?
Es un concepto muy simple que se denomina “resonancia de ideas”. Uno puede escuchar o leer muchas cosas, pero cuando de repente encontramos algo que coincide con lo que nosotros pensamos, muchas veces expresado más claro que nuestra propia representación; estallamos de alegría. Esto se produce porque nos asombramos de lo fácil que nos resultó entender esa idea o ese concepto. En realidad es así porque ya era nuestro, aunque débil y subliminalmente.

Así, si le digo “linda” a Usted, que es una verdadera preciosura, o a la hermana del Chuleta, que se cree bella; va a funcionar. Por el contrario, si se lo digo a la hermosa Noemí, que se quiere menos que el alambre de púa, la perturbaría y lo tomaría muy mal.

Alcoyana, sabemos que no cobra por las entrevistas. De todos modos le aviso que el productor ya depositó 3 cajas de vino en el Alas Balcarceñas.
Muchas Gracias, usted es hermosamente generosa.

¿Alguna vez aceptó un regalo importante de una dama?
Si, en una oportunidad una admiradora me obsequió una tirada de 1000 ejemplares de “Canción de cuna para adultos”.

¿Qué suceso tuvo?
Bueno, ya le dije, los 1000 ejemplares se editaron pero se tiraron todos; creo que en el basurero municipal. Jamás dejaría un poema mío en una librería, lugar donde la gente va a buscar poemas. Si alguien se encontró con un poema que fue tirado a la basura es algo especial, es decir se encontraron y por alguna razón cósmica ocurrió así; ese poema era para esa persona.

Un aberrante contra-ejemplo de esto es la publicidad, donde nos presentan que una infinidad de productos son apropiados para cualquier persona del mundo. Paso a desnudar esta falacia por el absurdo.

Supongamos por un instante que existe un producto que es bueno para cualquier persona del universo. Este producto será útil y/o atractivo para el usurero balcarceño Pedro T. Garchau; quien, lamentablemente, es una persona del universo. Nada que pueda agradarle a este individuo puede gustarme a mi, Alcoyana: otra persona de este universo. Si a esto le agregamos que la publicidad además esconde malas intenciones, podemos concluir que la misma es falaz y peor aun; puede llevarnos a tomar malas decisiones. Que le vendan esos ridículos masajeadores eléctricos a los de traje. Yo prefiero a la Vasca!

Alcoyana, no se vaya de tema y hábleme de mujeres. ¿Conoció a Olga?
Si, la conocí. Tuve esa suerte y esa desgracia; tuve esa alegría y esa tristeza.

Me parece, ¿o era algo complicada?
Olga no era complicada sino compleja, que no es lo mismo. Era la complejidad hecha mujer. Podía parecer sólo una niña grande, pero debajo había otra mujer y otra y otra, como pequeños mundos anidados pero conectados entre sí. ¿Me entiende?

No.
Le explico mejor. Cualquier papanata sabe -o dice- que una mujer puede contener un mundo en su interior. Eso es cierto, pero Olga era otra cosa; ella contenía infinitos mundos y todos al mismo tiempo. Así, podía amar como niña, con ira de anciana y ansiedad de adolescente. Al rato estaba creando con obsesión de bordadora y energía de guerrillera. También se deprimía con profundidad de poetisa, desolación de viejita y esperanza de demente.

¿Se le conocieron parejas?
Todos lo intentamos, pero nadie pudo con ella. Era necesario ser muchos hombres al mismo tiempo y más aun: los adecuados para cada instante. Yo apenas puedo ser Alcoyana y por un rato.

Conocerla era algo así como desactivar una rosa explosiva. Al irla conociendo en intimidad creciente -al deshojarla- cada capa que se descubría ante nosotros era cada vez más interesante, más impactante, más deslumbrante; pero en algún momento no hacíamos lo apropiado y estallaba. Le explico; si en alguna oportunidad había llegado al cuarto pétalo, esto no servía de nada para un intento posterior. Con la misma secuencia de limitados Alcoyanas, seguramente no pasaba del primer pétalo, pues Olga ya era otra Olga: una nueva combinación de su infinitud y de mi modesto intento previo.

Alcoyana, ¿Esa mujer era como para perder la cabeza?
No menos de 6 o 7. Llegué a sacarle maíz de la boca al pigmeo de Melo para hacerle pochoclo en la tardecita. Todavía tengo el tatoo que ese desalmado plumífero me hizo en la espalda. Por cierto que esta obra es muy poco interesante, porque el ignorante sólo sabía dibujar la “Y” griega.

Me imagino que Olga era hermosa
Era linda, si, pero hasta ahí nomás, según los objetivos cánones estéticos balcarceños hegemónicos. Deslumbrantemente bella para los subjetos como yo.

¿Falleció jovén?
Según los muy objetivos cánones balcarceños no murió; pero en realidad si. Olga no pudo soportar todo su interior. Un tiempo fue una sola mujer, otro tiempo otra y finalmente decantó en una bella e interesante mujer; pero así como le digo: una sola mujer. Olga partió y antes nos presentó todo aquello que puede ser para finalmente mostrarnos que es imposible. Fue una crueldad pero sin ninguna intención.

¿Sabe Usted cómo encontrarla?
Invierto muchísimo trabajo en no saberlo. Mi tarea diaria es borrar todos los laberintos que me llevan a ella, romper todos los papelitos con su dirección, desoír todos los rumores.

Bueno Alcoyana, le agradezco mucho su charla.
Ha sido un gusto señorita ...

El gusto fue mío turquito, te voy a seguir extrañando toda la vida.


Enrike, 2010.

sábado, 11 de septiembre de 2010

La Resistencia Balcarceña

La Resistencia Balcarceña

Muy pocos lo saben, pero Balcarce fue invadida por alienígenas. Una perversa estrategia de estos individuos hacía que la mayoría de los balcarceños no lo percibieran. Unos pocos -los distintos- advirtieron esta situación y organizaron “La Resistencia Balcarceña.”

Los invasores, entre otras cosas, implantaron una instalación que denominaban “la fábrica”. Esta cosa se tragaba a los balcarceños 8 horas por día, los largaba sólo para su recarga y volvía a tragárselos el día siguiente. Además, todo el tiempo inundaba el pueblo con un tufo de fábrica que mantenía a sus sometidos en un estado alienado, casi hipnótico.

Estos tipos tenían planes a largo plazo, por eso también buscaban dominar a los niños. Lograron sacarlos del potrero para alienarlos en estaciones de juego, donde mediante horas sobre una pantalla, eran instruidos en la nada. Para esto, eliminaron todos los potreros y los reemplazaron por edificios con habitaciones de 2x3. Los niños tenían 4 o 5 amigos entrañables y se los cambiaron por 1024 en la red social; el perro pulgoso por un prolijo “pet” y la pelota por un “link”. De esta manera, estos impiadosos seres controlaban toda comunicación que pudiera atentar contra su control. Control era su palabra preferida, su inicio y su fin. Para conseguirlo implantaron formidables instrumentos, como la internet, el celular, los semáforos y los horarios.

Así fue cómo poco a poco, estos tipos fueron inoculando a los felices habitantes del pueblo y los transformaron en usuarios. De alguna manera consiguieron que los balcarceños, personas amantes del tiempo y la amistad, vivieran apurados, llegando siempre tarde a donde antes no iban. Los amables taxistas del pueblo luchaban por ganar cada esquina como si les fuera la vida en cada encuentro. Nunca supieron por qué.

Como si todo esto fuera poco, los alienígenas se robaron el aroma y el sabor de los tomates, vaya a saber para qué; dejando unos preciosos tomatitos con sabor a tomatito precioso.

Digamos que si la vida es lo que disfrutamos, en Balcarce quedaba muy poca vida. Por suerte, era muy fácil identificar a invasores y colaboracionistas: vestían traje, celular y jamás usaban efectivo. En general, para estar seguros, vivían en countries donde eran custodiados por guardias pobres, que fajaban a cuanto pobre intentara acercarse al country. Cuando terminaban su turno, estos poderosos pobres guardias se retiraban a sus pobres casas, entre sus vecinos pobres que gustosamente los fajaban. A veces, los colaboracionistas les daban la mano a sus guardias y ¡hasta les hacían chistes! Sólo el alineamiento impuesto por los alienígenas hacía posible mantener este delicado equilibrio.

Los invasores tomaron el control; pero no pudieron con todos, algunos dejaron sus empleos y se hicieron poetas, músicos y artesanos. Otros, como los muchachos del Alas, tomaron una actitud más combatida, pero todos ellos de uno u otro modo lucharon por la liberación de todo Balcarce.

La resistencia balcarceña, comenzó con sus actos combativos en el pueblo mismo, intentando debilitar a los invasores. El Dr Garsú, con la ayuda de un sobrinito medio nerd, logró jackear facebook. A todos quienes estaban conectados ese día a las 3 de la mañana, se les presentó una pantalla con los ojos saltones del Turco Alcoyana y un mensaje: “Son las tres de la mañana, todos tus amigos están culiando …¡y vos con la computadorita!”. La idea era buena, pero su efecto fue nulo. Rápidamente, todos los usuarios, comunicándose mediante mensajes de texto, advirtieron que no era verdad. La compañía de telefonía celular facturó 30.000 mensajes en 5 minutos.

Los muchachos rastrillaron todo Balcarce buscando la central invasora. No la pudieron encontrar, pero descubrieron que el control se realizaba desde el exterior: un edificio en Buenos Aires. Hacia allí viaja La Resistencia Balcarceña con un camionero que los alcanza hasta el puerto, donde encuentran la central pero también importantes medidas de seguridad: había guardias en la entrada y en cada uno de los pisos. En primer lugar enviaron a Soguita, más acostumbrado a escurrirse, que ingresó disfrazado de zócalo. El quinielero venía bien, pero un seguridad lo descubre mediante visión infrarroja cuando ya estaba dentro del edificio. Soguita se ve acorralado y le cruza la cara de un alpargatazo. En el apuro, en lugar de darle con la suela le da con el interior del calzado. El alien cae y muere antes de llegar al piso. Apenas alcanzó balbucear mimnio athesa eio…

La avanzada abre una ventana por donde ingresan todos. La Resistencia llega sin inconvenientes al piso restringido, pues van por las escaleras. Los muchachos desconfían de los ascensores y más aún de esos que cierran las puertas solos. Los alienígenas jamás pensaron que alguien podría subir por las escaleras, en realidad no sabían cuál era su utilidad.

Finalmente llegan al piso 18 donde se aloja la cúpula y la sala de control. Marmorato rompe la puerta blindada de un cabezazo y Alcoyana ingresa con una escopeta del 12 listo para liquidar a los invasores. Se encuentra que 4 de estos tipos manejaban todo el pueblo, sometiendo todo Balcarce robando niñez, sueños, charlas y poesía. Ahí estaban, en sus impecables trajes y con tres celulares cada uno sobre su mesa. Sólo por un instante miraron a Alcoyana, que les apuntaba con un ciego agujero negro, y continuaron tecleando como si nada. En sus computadoras tenían abiertas 14 ventanas que atendían con fruición, al mismo tiempo que atendían los mensajes de texto en sus celulares.

El turco sólo les dijo -tal vez lo saco de alguna película-: -Pidan su última voluntad. Los 4 respondieron al unísono: -¿Me deja revisar el e-mail?

Alcoyana y sus amigos quedaron paralizados por el espanto. El Turco los reventó y destruyó la central de control, pero sólo por impotencia: el problema era mucho más grave de lo que parecía.

Los muchachos regresan colados en un tren hasta Mar del Plata. Recobraron algo de esperanza cuando 3 tipos con cuchillos de acero intentaron robarlos. Después de la paliza que les dieron a los chorros se sintieron algo más vivos. En agradecimiento les dejaron un banderín del Alas Balcarceñas.

Finalmente llegan a Balcarce. -Gente, vamos al "Zorzalito Criollo" y con lo que nos quede, nos robamos un chancho y lo asamos en el Alas.

El pueblo era la desolación. Todos caminaban como zombies sin rumbo por las calles. Con el tiempo la gente se comenzó a organizar y autogestionándose, organizaron cooperativas y lograron reabrir las fábricas, el facebook balcarceño, activaron el email, los celulares, etc, etc, etc

Enrike, 2010.

sábado, 14 de agosto de 2010

La espera de Garsú

La espera de Garsú

Actualmente el Dr Ulises Garsú goza de una muy activa y feliz vejez, gracias a las aguas vigorizantes de Balcarce y gracias a sus amigos del Alas, que más de una vez lo rescataron del lado oscuro de la desolación.

Una tarde de verano, Garsú decidió esperar y se sentó en un banco de la plaza Libertad a esperar. Esperaba y esperaba, implacablemente, de día a día, de noche a noche. Los muchachos no querían molestarlo, pero a medida que la espera continuaba, comenzaron a preocuparse y, haciéndose los distraídos, pasaban caminado o en bicicleta para a ver cómo estaba. El día 33 Marmorato se decidió a hablarle:

-¿Que le pasa Garsú?, ya lleva más de un mes aquí!

-Estoy esperando Marmorato.

-Si Garsú, eso nos dijo el primer día, ¿pero que mierda está esperando?

-Espero amigo, sólo espero. Espero algo, pero no se qué. Digamos que espero la sorpresa. Marmorato, estoy triste. Espero algo que desconozco, porque nada de lo que conozco puede alegrarme.

-Disculpe Garsú, pero la está pifiado. Usted no tiene que estar acá esperando como un pelotudo, Usted tiene que ¡buscar!

-Pero amigo, dado que no se que busco, buscar sólo sería esperar en movimiento; para eso espero quieto; es decir simplemente espero. Esperando espero.

-Insisto, está equivocado. Si busca tiene más posibilidades de encontrar que si sólo espera.

-Déjeme en paz Marmorato. Usted debe ser de los que piensan que corriendo bajo la lluvia se mojan menos que caminando.

-La verdad que nunca me cuestioné ese asunto. Yo siempre camino bajo la lluvia porque me gusta la lluvia y mojarme. Disfruto la lluvia más allá de los cm3 acumulados. Llevado a su problema, sería disfrutar de la búsqueda. ¿Por qué no se pone a buscar con la actitud de disfrutar de la búsqueda?

-Perfecto. Desde ahora voy esperar una búsqueda.

La situación era muy difícil, tanto como ayudar a un deprimido que no cree en Dios ni en el psicoanálisis. Pero el Negro no arruga y va de nuevo:

-Me desespera, Garsú. No se puede esperar una búsqueda. Esperando sólo se ganan arrugas. A ver, cuénteme ¿alguna vez solucionó algo esperando?

Garsú acusó el golpe, se quedó pensando e intentó:

-Le cuento. Estaba en la escuela secundaria, totalmente enamorado de una compañera. Pasé dos años bellísimos, llegando con ganas a la escuela para verla, para descubrir su primera sonrisa del día y su última sonrisa de la mañana; ese era mi objetivo de vida. Toda la mañana me alimentaba de sus esporádicas suaves carcajadas. Por las tardes, salía a caminar por las calles del pueblo para encontrarla de casualidad y cazar esas pequeñas sonrisas de sorpresa que producía al verme. Nunca me animé a hablarle, pero esperé, esperé y finalmente se puso de novio y ya no me angustié más por no poder hablarle. Después esperé otro poco, me fui a estudiar farmacia y logré olvidarla. Ve, esperando solucioné todo.

-¿Solucioné? Garsú, no se si abrazarlo o cagarlo a trompadas. Creo que se de quien habla. Hay una piba, a quien siempre le arreglo la bicicleta, que lleva años andando en bicicleta sin parar, buscando algo que no sabe qué es. Tantos pelotudos cósmicos no puede haber en Balcarce. Venga, vamos a buscarla.

-Ni en pedo, Marmorato. Sólo esperaré en este banco.

Marmorato arranca el banco de plaza con Garsú y todo y lo pone en el medio de la calle. En ese momento pasa una mujer en bicicleta y se lo lleva puesto. Garsú, la dama, la bici y el banco describen un torbellino de cuerpos, metal y mineral. Al detenerse, búsqueda y espera quedan enfrentados. Vuelan nuevas viejas sonrisas. Una suave carcajada inicia el amor.


Enrike 2010.


martes, 13 de julio de 2010

Vitiligo

En la hermosa ciudad de Balcarce, habita una hermosa muchacha con vitiligo. Las viejas chusmas de vereda, como los contadores públicos y los vendedores de autos, sólo ven vitíligo; pero ante los muchachos del Alas, ante los mecánicos y ante los viejitos del Savoy, la piba nos florece en bellísimas imágenes.

El Dr Garsú pasa horas absorto observándola; viendo como su piel le muestra distintas figuras. Nunca sabremos si estas figuras son reales o producto de nuestra percepción, vulnerable al clima, a nuestro ánimo, a nosotros. Pero … ¿Cuál sería la diferencia?

El asunto es que su piel puede lucir como un simple mapa, pero en algún mágico momento nos parece formada por suaves pétalos. También suele mostrarnos dragones, grifos enfurecidos, hadas amables y nubes difusas.

No está claro cómo ni por qué se producen estos cambios.

Todos esperamos ansiosos el verano y sus soleras. Ni hablar de observarla en bikini en el balneario de San Agustín. Es importante hacerlo sin incomodarla, sino las figuras desaparecen. Siempre me obsesionó una forma sobre su espalda, justo entre los omóplatos. Me encanta treparme al sauce (el que está cerca del trampolín) y observarla mientras reposa bajo el árbol. Al igual que esas postales mágicas y las bolitas norteamericanas, las formas varían según la orientación de nuestra mirada. Así, suelo pasar temporadas observando sus mariposas, nubes, pajaritos, flores que se abren, flores que se cierran, manos, pañuelos que vuelan; hasta que me descubre y aparecen bestiales dragones vociferando fuego de ira. Son escenas bellísimas, pero debo dejarlas ir porque son precursores de terrenales ojotazos.

Cuando esta mujer ama, su cuerpo se puebla de labios, se vuelve toda boca; capaz de abrazar en besos. ¡Y nosotros tan limitados!

Todos conocemos sus formas públicas; pero dicen que la metamorfosis más bella es la privada. Cuentan que al recorrerla aparecen bahías, charquitos, laguitos, mares calmos y mares enfurecidos, que parecen decididos a destruirnos para luego amansarse y transmutarse en desolados paisajes de calma. Todo en rosa, rosa tenue, rosa viejo y rosa suave, muy suave.


Enrike, 2010