miércoles, 22 de septiembre de 2010

Alcoyana habla de mujeres

Alcoyana habla de mujeres


Como todos saben, el Turco Alcoyana es el más prestigioso y prolífico filósofo balcarceño. Su fama ha traspasado las fronteras de la ciudad, pero no así él, quien es muy reacio a salir de Balcarce. El Turco es frecuentemente entrevistado por distintos medios, que se acercan a él para obtener su opinión atemporal sobre distintos temas, desde los más sublimes y humanos hasta los económicos. Transcribiremos aquí una más de las entrevistas al pensador balcarceño. En este caso se trata de una nota realizada para la revista femenina “Recontramujer”

Buenas tardes, Alcoyana. Estoy preparando una nota sobre la mujer balcarceña y todos los caminos me conducen hacia usted.
Viéndola a Usted llegar no me arrepiento en absoluto de haber dado todo lo que tengo para dibujar el camino que la ha conducido.

Usted es un todo un seductor ¿A mi, … que me daría?
Le daría mi corazón, pero ya me lo ha roto. Me quedan buenos los riñones.

¿Cómo hace para decir siempre lo que una mujer quiere escuchar?
Es un concepto muy simple que se denomina “resonancia de ideas”. Uno puede escuchar o leer muchas cosas, pero cuando de repente encontramos algo que coincide con lo que nosotros pensamos, muchas veces expresado más claro que nuestra propia representación; estallamos de alegría. Esto se produce porque nos asombramos de lo fácil que nos resultó entender esa idea o ese concepto. En realidad es así porque ya era nuestro, aunque débil y subliminalmente.

Así, si le digo “linda” a Usted, que es una verdadera preciosura, o a la hermana del Chuleta, que se cree bella; va a funcionar. Por el contrario, si se lo digo a la hermosa Noemí, que se quiere menos que el alambre de púa, la perturbaría y lo tomaría muy mal.

Alcoyana, sabemos que no cobra por las entrevistas. De todos modos le aviso que el productor ya depositó 3 cajas de vino en el Alas Balcarceñas.
Muchas Gracias, usted es hermosamente generosa.

¿Alguna vez aceptó un regalo importante de una dama?
Si, en una oportunidad una admiradora me obsequió una tirada de 1000 ejemplares de “Canción de cuna para adultos”.

¿Qué suceso tuvo?
Bueno, ya le dije, los 1000 ejemplares se editaron pero se tiraron todos; creo que en el basurero municipal. Jamás dejaría un poema mío en una librería, lugar donde la gente va a buscar poemas. Si alguien se encontró con un poema que fue tirado a la basura es algo especial, es decir se encontraron y por alguna razón cósmica ocurrió así; ese poema era para esa persona.

Un aberrante contra-ejemplo de esto es la publicidad, donde nos presentan que una infinidad de productos son apropiados para cualquier persona del mundo. Paso a desnudar esta falacia por el absurdo.

Supongamos por un instante que existe un producto que es bueno para cualquier persona del universo. Este producto será útil y/o atractivo para el usurero balcarceño Pedro T. Garchau; quien, lamentablemente, es una persona del universo. Nada que pueda agradarle a este individuo puede gustarme a mi, Alcoyana: otra persona de este universo. Si a esto le agregamos que la publicidad además esconde malas intenciones, podemos concluir que la misma es falaz y peor aun; puede llevarnos a tomar malas decisiones. Que le vendan esos ridículos masajeadores eléctricos a los de traje. Yo prefiero a la Vasca!

Alcoyana, no se vaya de tema y hábleme de mujeres. ¿Conoció a Olga?
Si, la conocí. Tuve esa suerte y esa desgracia; tuve esa alegría y esa tristeza.

Me parece, ¿o era algo complicada?
Olga no era complicada sino compleja, que no es lo mismo. Era la complejidad hecha mujer. Podía parecer sólo una niña grande, pero debajo había otra mujer y otra y otra, como pequeños mundos anidados pero conectados entre sí. ¿Me entiende?

No.
Le explico mejor. Cualquier papanata sabe -o dice- que una mujer puede contener un mundo en su interior. Eso es cierto, pero Olga era otra cosa; ella contenía infinitos mundos y todos al mismo tiempo. Así, podía amar como niña, con ira de anciana y ansiedad de adolescente. Al rato estaba creando con obsesión de bordadora y energía de guerrillera. También se deprimía con profundidad de poetisa, desolación de viejita y esperanza de demente.

¿Se le conocieron parejas?
Todos lo intentamos, pero nadie pudo con ella. Era necesario ser muchos hombres al mismo tiempo y más aun: los adecuados para cada instante. Yo apenas puedo ser Alcoyana y por un rato.

Conocerla era algo así como desactivar una rosa explosiva. Al irla conociendo en intimidad creciente -al deshojarla- cada capa que se descubría ante nosotros era cada vez más interesante, más impactante, más deslumbrante; pero en algún momento no hacíamos lo apropiado y estallaba. Le explico; si en alguna oportunidad había llegado al cuarto pétalo, esto no servía de nada para un intento posterior. Con la misma secuencia de limitados Alcoyanas, seguramente no pasaba del primer pétalo, pues Olga ya era otra Olga: una nueva combinación de su infinitud y de mi modesto intento previo.

Alcoyana, ¿Esa mujer era como para perder la cabeza?
No menos de 6 o 7. Llegué a sacarle maíz de la boca al pigmeo de Melo para hacerle pochoclo en la tardecita. Todavía tengo el tatoo que ese desalmado plumífero me hizo en la espalda. Por cierto que esta obra es muy poco interesante, porque el ignorante sólo sabía dibujar la “Y” griega.

Me imagino que Olga era hermosa
Era linda, si, pero hasta ahí nomás, según los objetivos cánones estéticos balcarceños hegemónicos. Deslumbrantemente bella para los subjetos como yo.

¿Falleció jovén?
Según los muy objetivos cánones balcarceños no murió; pero en realidad si. Olga no pudo soportar todo su interior. Un tiempo fue una sola mujer, otro tiempo otra y finalmente decantó en una bella e interesante mujer; pero así como le digo: una sola mujer. Olga partió y antes nos presentó todo aquello que puede ser para finalmente mostrarnos que es imposible. Fue una crueldad pero sin ninguna intención.

¿Sabe Usted cómo encontrarla?
Invierto muchísimo trabajo en no saberlo. Mi tarea diaria es borrar todos los laberintos que me llevan a ella, romper todos los papelitos con su dirección, desoír todos los rumores.

Bueno Alcoyana, le agradezco mucho su charla.
Ha sido un gusto señorita ...

El gusto fue mío turquito, te voy a seguir extrañando toda la vida.


Enrike, 2010.

sábado, 11 de septiembre de 2010

La Resistencia Balcarceña

La Resistencia Balcarceña

Muy pocos lo saben, pero Balcarce fue invadida por alienígenas. Una perversa estrategia de estos individuos hacía que la mayoría de los balcarceños no lo percibieran. Unos pocos -los distintos- advirtieron esta situación y organizaron “La Resistencia Balcarceña.”

Los invasores, entre otras cosas, implantaron una instalación que denominaban “la fábrica”. Esta cosa se tragaba a los balcarceños 8 horas por día, los largaba sólo para su recarga y volvía a tragárselos el día siguiente. Además, todo el tiempo inundaba el pueblo con un tufo de fábrica que mantenía a sus sometidos en un estado alienado, casi hipnótico.

Estos tipos tenían planes a largo plazo, por eso también buscaban dominar a los niños. Lograron sacarlos del potrero para alienarlos en estaciones de juego, donde mediante horas sobre una pantalla, eran instruidos en la nada. Para esto, eliminaron todos los potreros y los reemplazaron por edificios con habitaciones de 2x3. Los niños tenían 4 o 5 amigos entrañables y se los cambiaron por 1024 en la red social; el perro pulgoso por un prolijo “pet” y la pelota por un “link”. De esta manera, estos impiadosos seres controlaban toda comunicación que pudiera atentar contra su control. Control era su palabra preferida, su inicio y su fin. Para conseguirlo implantaron formidables instrumentos, como la internet, el celular, los semáforos y los horarios.

Así fue cómo poco a poco, estos tipos fueron inoculando a los felices habitantes del pueblo y los transformaron en usuarios. De alguna manera consiguieron que los balcarceños, personas amantes del tiempo y la amistad, vivieran apurados, llegando siempre tarde a donde antes no iban. Los amables taxistas del pueblo luchaban por ganar cada esquina como si les fuera la vida en cada encuentro. Nunca supieron por qué.

Como si todo esto fuera poco, los alienígenas se robaron el aroma y el sabor de los tomates, vaya a saber para qué; dejando unos preciosos tomatitos con sabor a tomatito precioso.

Digamos que si la vida es lo que disfrutamos, en Balcarce quedaba muy poca vida. Por suerte, era muy fácil identificar a invasores y colaboracionistas: vestían traje, celular y jamás usaban efectivo. En general, para estar seguros, vivían en countries donde eran custodiados por guardias pobres, que fajaban a cuanto pobre intentara acercarse al country. Cuando terminaban su turno, estos poderosos pobres guardias se retiraban a sus pobres casas, entre sus vecinos pobres que gustosamente los fajaban. A veces, los colaboracionistas les daban la mano a sus guardias y ¡hasta les hacían chistes! Sólo el alineamiento impuesto por los alienígenas hacía posible mantener este delicado equilibrio.

Los invasores tomaron el control; pero no pudieron con todos, algunos dejaron sus empleos y se hicieron poetas, músicos y artesanos. Otros, como los muchachos del Alas, tomaron una actitud más combatida, pero todos ellos de uno u otro modo lucharon por la liberación de todo Balcarce.

La resistencia balcarceña, comenzó con sus actos combativos en el pueblo mismo, intentando debilitar a los invasores. El Dr Garsú, con la ayuda de un sobrinito medio nerd, logró jackear facebook. A todos quienes estaban conectados ese día a las 3 de la mañana, se les presentó una pantalla con los ojos saltones del Turco Alcoyana y un mensaje: “Son las tres de la mañana, todos tus amigos están culiando …¡y vos con la computadorita!”. La idea era buena, pero su efecto fue nulo. Rápidamente, todos los usuarios, comunicándose mediante mensajes de texto, advirtieron que no era verdad. La compañía de telefonía celular facturó 30.000 mensajes en 5 minutos.

Los muchachos rastrillaron todo Balcarce buscando la central invasora. No la pudieron encontrar, pero descubrieron que el control se realizaba desde el exterior: un edificio en Buenos Aires. Hacia allí viaja La Resistencia Balcarceña con un camionero que los alcanza hasta el puerto, donde encuentran la central pero también importantes medidas de seguridad: había guardias en la entrada y en cada uno de los pisos. En primer lugar enviaron a Soguita, más acostumbrado a escurrirse, que ingresó disfrazado de zócalo. El quinielero venía bien, pero un seguridad lo descubre mediante visión infrarroja cuando ya estaba dentro del edificio. Soguita se ve acorralado y le cruza la cara de un alpargatazo. En el apuro, en lugar de darle con la suela le da con el interior del calzado. El alien cae y muere antes de llegar al piso. Apenas alcanzó balbucear mimnio athesa eio…

La avanzada abre una ventana por donde ingresan todos. La Resistencia llega sin inconvenientes al piso restringido, pues van por las escaleras. Los muchachos desconfían de los ascensores y más aún de esos que cierran las puertas solos. Los alienígenas jamás pensaron que alguien podría subir por las escaleras, en realidad no sabían cuál era su utilidad.

Finalmente llegan al piso 18 donde se aloja la cúpula y la sala de control. Marmorato rompe la puerta blindada de un cabezazo y Alcoyana ingresa con una escopeta del 12 listo para liquidar a los invasores. Se encuentra que 4 de estos tipos manejaban todo el pueblo, sometiendo todo Balcarce robando niñez, sueños, charlas y poesía. Ahí estaban, en sus impecables trajes y con tres celulares cada uno sobre su mesa. Sólo por un instante miraron a Alcoyana, que les apuntaba con un ciego agujero negro, y continuaron tecleando como si nada. En sus computadoras tenían abiertas 14 ventanas que atendían con fruición, al mismo tiempo que atendían los mensajes de texto en sus celulares.

El turco sólo les dijo -tal vez lo saco de alguna película-: -Pidan su última voluntad. Los 4 respondieron al unísono: -¿Me deja revisar el e-mail?

Alcoyana y sus amigos quedaron paralizados por el espanto. El Turco los reventó y destruyó la central de control, pero sólo por impotencia: el problema era mucho más grave de lo que parecía.

Los muchachos regresan colados en un tren hasta Mar del Plata. Recobraron algo de esperanza cuando 3 tipos con cuchillos de acero intentaron robarlos. Después de la paliza que les dieron a los chorros se sintieron algo más vivos. En agradecimiento les dejaron un banderín del Alas Balcarceñas.

Finalmente llegan a Balcarce. -Gente, vamos al "Zorzalito Criollo" y con lo que nos quede, nos robamos un chancho y lo asamos en el Alas.

El pueblo era la desolación. Todos caminaban como zombies sin rumbo por las calles. Con el tiempo la gente se comenzó a organizar y autogestionándose, organizaron cooperativas y lograron reabrir las fábricas, el facebook balcarceño, activaron el email, los celulares, etc, etc, etc

Enrike, 2010.