martes, 6 de noviembre de 2012

Pintura de nada

En los 80, Ulises Garsú, célebre científico y farmaceútico balcarceño, desarrolló una pintura de nada. Su invento surgió con la intención de perfeccionar el “liquid paper”, un producto muy utilizado en aquellos años para “corregir” errores de escritura. Como todos saben, este líquido es una simple pintura blanca que tapa el error y uno escribe arriba. Garsú no podía tolerar semejante porquería y dedicó sus noches de guardia a desarrollar una pintura de nada. Esta pintura se aplicaba sobre el error y lo tapaba con nada: la hoja quedaba intacta como antes de escribir. Una verdadera maravilla.

La pintura Garsú corregía errores en papel y eliminaba manchas de birome, café con leche, vino y choripán, entre otras. La pintura tenía muchas aplicaciones; por ejemplo Soguita siempre llevaba un pañuelo embebido en pintura de nada, y en cuanto lo apuraba un uniformado, lo pasaba sobre sus anotaciones quinieleras e instantáneamente quedaba nada. Los pibes en la escuela boludeaban con la pintura y borraban los tallados de los bancos. Los pupitres quedaban impecables, todos iguales, todos con nada.

En el prospecto adjunto a la botellita de pintura de nada se detallaba cuidadosamente el modo de uso y alcances, previniendo expresamente que sólo podía utilizarse sobre tela o papel. Los problemas aparecieron cuando la gente comenzó a experimentar sobre otras superficies y objetos.

La pintura sólo tenía efectos sobre cosas inanimadas, pero por alguna extraña razón sí funcionó sobre la Sra. de Pilitegui, quien se borró las arrugas de la cara. Las arrugas desaparecieron, pero tuvieron marcárselas con fibra indeleble, porque en lugar de las arrugas quedó nada: era imposible saber si la Sra de Pilitegui estaba enojada, triste o sonriente.

Algunos sostenían haber conseguido aplicar la pintura sobre recuerdos. No los tapaba por completo, pero diluía amores a anécdotas, anécdotas a imágenes e imágenes a nada.

La pintura nos mostró una verdad inapelable: cualquier cosa que analicemos está bien para alguien y mal para otro. Así, Otro tomaba pintura y la cubría con nada. Algo que para nosotros está espectacular sin duda es considerado un error para otro. El banquito pedorro que hicimos con nuestras manos, será un valioso tesoro para nosotros, pero un error -una porquería- para un garca de traje. El nombre tallado en el pupitre era valioso para alguien, pero una inmundicia para la directora, quien lo tapó con nada. El precioso valiant de Marmorato era considerado una porquería por el Dr Pilitegui, que en un acto de crueldad infinita lo convirtió en nada mientras los muchachos estaban en un partido de la liga infantil.

Los muchachos del Alas no utilizaban mucho la pintura porque están bien orgullosos de sus errores; pero es honesto reconocer que algunas veces salieron con tachos de pintura de nada e hicieron alguna macanita. No dejaron ni una placa de bronce en las paredes del pueblo y en respuesta al acto de Pilitegui, le borraron la puerta de la caja fuerte y los picaportes de su Mercedes Benz.

Como todo es un error para alguien, la nada se fue apoderando de todo. Una nada sin alma, que se propagaba a través de gente común -ni mala ni buena- que oficiaba de vectores. De a poco sólo quedó nada. Todos vivíamos deambulando por la nada. Nada pasaba y nada podía pasar. Algo más monstruoso aún: mucha gente se sentía tranquila y segura en este estado.

Garsú advirtió la cagada que se había mandado. Utilizó la pintura de nada que le quedaba para borrar todas las anotaciones que pudieran ayudar a reproducirla y pintó todo el equipo de producción de la pintura. Borró así todo vestigio de la pintura de nada, que quedó reducida a nada. Restaba la tarea más formidable, la más heroica nunca realizada: obtener algo de la nada. Garsú trabajó incansablemente en la búsqueda de un antídoto, una pintura que removiera la pintura de nada y dejara lo original. Por suerte funcionó  y volvieron a nuestras vidas las cosas, cosas que son bellas y necesarias para nosotros y consideradas errores por otros.

En un principio, tal vez medio pirado por el esfuerzo, Garsú se instituyó como un diosito y comenzó a aplicar su removedor de nada sólo donde él quería. Les cuento que Balcarce, visto con ojos de muchacho del Alas estaba precioso, pero los mismos muchachos lo convencieron para que dejara todo como estaba antes de su invención. Tranquilo y descansado, Garsú admitió que la filosofía del liquid paper no es tan mala: tapa, pero lo original queda. Aquello que surgió de nuestra primera intención permanecerá allí abajo, aletargado, esperando que algún revisionista raspe prolijo lo evidente para que aflore lo subyacente; mostrando que lo desechado no estaba tan mal; que hay errores bellísimos; que muchos errores nos llevaron por caminos que nunca se nos hubiera ocurrido transitar con la razón y la experiencia; que los hemos tapado precisamente por eso, porque no acuerdan con la razón: son dislates que no podríamos explicar. Muchas cosas que en su momento consideramos errores, hoy forman parte de nuestros aciertos. Descubrimos también que la mejor decisión no siempre es aquella que se puede justificar con la razón. Eso sólo sirve para tener alguien o algo a quien culpar si todo sale mal, pero no es suficiente; y nos priva del abanico de decisiones irracionales, de las contrainductivas, de las pasionales, de las locas, de todas estas que nos sacan de la autopista para hacernos felices. ¡Aguanten los errores! ¡Aguante fallar!


PD: “Aguante fallar” es frase de Joako Spinelli. Considérese este texto como una interpretación.

Enrike, 2012.

domingo, 3 de junio de 2012

Bien Cortos #1. Para vagos y ansiosos

uno
Nacieron en Balcarce, el mismo dia, en el mismo Hospital, se llamaban Alberto y Alberto. El apellido del primero era Diaz y el del otro Diaz. A uno le decían Tito, al otro Tito. Tito era más bueno que el arroz con leche, pero Tito era flor de hijo de puta. Eran amigos, pero un día se pelearon mal. Terminaron internados en el mismo neuropsiquiátrico.


dos
Se movía tan natural desnuda que parecía haber nacido así.
Dormía como gestándose, para nacer en cada despertar.
Un día una, otro día otra. Todas ella.


tres
El tipo harto de su vida sale a buscar la muerte y justo se encuentra con un chorro que lo quiere afanar. Aprovecha, y le dice que no le va a dar nada a menos que lo mate. Resulta que el chorro era la parca misma que le contesta: “No te voy a matar porque de todos modos me darás nada”.


cuatro
Eh! ¿Así que sos ecologista y progre? Andá! Tu jardín luce bastante miliquito. ¿Qué pasó con los cardos y las pajas viscacheras? ¿Se autoexcluyeron o los hiciste cagar? Cómo puede ser que los rosales broten en línea sin molestar al césped inglés? ¿Eso es natural? Ves, a veces no hace falta revisar el closet ni el facebook, basta con mirar el jardín! … y yo sólo quería ver el jardín!


y cinco.
Complacientes.
-Hola Dulce ¿Cómo estás?
-Ya sabés Bombón; yo estoy bien si vos estás bien ¿Vos como estás?
-Yo también estoy bien si vos estás bien, pero vos… ¿Cómo estás?
-No lo sé. Dale, decime como estás vos, así puedo sentirme ¿Cómo estás?
-¡Ah no! ¡Turra egoísta! Decime de una vez como te sentís VOS, así puedo saber si YO me siento bien o mal.
-¡Eh! ¡Forro hijo de puta! ¡VOS tenés que decirme como te sentís, que hace rato me tenés acá sin saber como sentirme!
-¡Andá a cagar, loca de mierda!
-¡Pero sí! Y vos andate con tu vieja ¡Pelotudo!


Enrike 2012.

lunes, 7 de mayo de 2012

Historias de Otros 1. Rito Futbolero


Siempre me gustó escuchar conversaciones ajenas. En el micro, en el bar, caminando, en los locutorios. Así he recolectado varias historias que me han disparado cuentos. Trato aquí de perdurar una historia que hurté en el Bar Savoy, unos meses antes de su cierre definitivo.



Rito futbolero 

Con mi Viejo tenemos un rito desde siempre: todos los domingos, que también han sido sábados, nos juntamos a ver los partidos de San Lorenzo. La ceremonia fue cambiando en la búsqueda de mejores resultados, hasta que finalmente adoptamos la combinación que nos permitió ascender en el 82: empanadas de M&P, Coca-Cola en envase de vidrio y helado de Gianelli. Algunas temporadas, aún desplazándonos fuera de nuestros dominios, nos costó conseguir algunos de estos suministros, y tuvimos que reemplazarlos. Esta es la única causa de algunos nefastos partidos, como cuando tomando coca-cola en envase pet no logramos impedir el 0-4. El trasvasado a botella de vidrio nunca funcionó.

Estoy seguro que mi viejo me hizo de San Lorenzo, pero creo que yo luego lo mantuve cuervo; y en gran parte por esta comunión de empanada semanal. Es un rito que mi viejo parecía disfrutar conmigo, que a mi me encantaría disfrutar con mis pibes y que me gustaría observar en mis nietos.

El rito tenía mucho de liturgia, mucho de obsesión, algo de oscurantismo, pero nada de secreto. Todos en la familia conocían de esta ceremonia y mi esposa tomaba como algo natural, que yo viajara todos los domingos de Balcarce a Mar del Plata a visitar a mi papá. Así, en una época viajé religiosamente todos los domingos que pasaba religiosamente encamado con una morocha amiga. Con ella pasaba domingos sin tristeza, sin angustia, sin presión. El mundo terminaba en ese departamentito de Colón, que no podía atacarme y hasta me contenía. Por momentos hasta me creí feliz.

Esa tarde dominguera transcurría como siempre, con intervalos de actividad y de calma. Llegada la nochecita me acordé de mi viejo y me inundó la angustia, como si toda la tristeza de domingo se concentrara en un instante y en mi pecho. Viejas tardes de partido me pisoteaban todas juntas. En un momento la angustia fue tan grande, tan desesperante que necesitaba aire, necesitaba salir y le dije: -Negra, es tardísimo, me voy a tener que ir, mi mujer puede sospechar. Me abre la puerta de abajo, doblo la esquina y empecé a correr, y corrí, corrí como un perro que escapa, como un matungo que necesita sudar la falopa que tiene encima, como un toro que quiere enfrentarse a si mismo ...y corrí, y corrí y corrí y no me calmaba.

Corrí 10 cuadras, 15, corrí 17 y llegué. ¡Llegué Viejo, llegué!, ¿Ya empezó? -Está por arrancar, agarrá de humita que están buenísimas. -¡Excelente! No sabés Viejo, ¡puta madre casi no llego! ¡Se rompió el micro por El Coyunco! 


Enrike 2012.

jueves, 5 de abril de 2012

Paredes enamoradas

Hace muchos años que Soguita vive una habitación de cuatro paredes. Dos de estas paredes, que son opuestas, están enamoradas. Parece que el romance comenzó un invierno lluvioso que Soguita colgó un cordel de pared a pared para secar la ropa. Vaya a saber que cosas intercambiaron estas paredes durante ese invierno. 

Cuando llegó el verano, Soguita retiró el cordel y de ahí en más sólo podían mirarse, percibirse, pero estaban imposibilitadas de trasmitir emoción alguna. Intentaron comunicarse con manchas de humedad, pero el proceso era muy lento. Durante años sólo consiguieron decirse “sos mi sol”, “vos apartás las nubes de mi cielo” y algo que parecían ser lágrimas. Luego de un tiempo, las paredes enamoradas descubrieron cómo comunicarse mediante las paredes intermedias, que oficiaban de mensajeras. Aquí comenzó el quinielero a escuchar las conversaciones en el respaldar de su cama, que apoya en una de estas paredes de tránsito.

Ambas paredes nacieron el mismo día con diferencia de apenas una hilada; ambas de igual material y producidas por las manos del mismo albañil: las dos parecían ser la misma cosa y es difícil creer que tuvieran algo para decirse. A través de las escuchas, Soguita descubrió que eran muy distintas; una pared daba al norte y la otra al sur, lo cual fue la impronta de sus vidas. La pared sur sabía de sol, de visitas en su ventana, de veranos, de inviernos. Los días de la pared norte eran opacos; ella sabía de humedad, de musgos y de caracoles babosos; todas cosas deslumbrantes para su amada pared sur.

En un  principio el quinielero pensó que las conversaciones que escuchaba pasar por el respaldar de su cama eran producto de la ginebra, pero no: con vino o con gancia percibía las mismas charlas. Pensó entonces en dejar la bebida, pero no encontró razón para hacerlo; pues disfrutaba tanto de tomar como de las conversaciones entre sus paredes. Cuando le contó a sus amigos sobre las conversaciones que escuchaba, los muchachos del Alas no dudaron un instante y se pusieron a trabajar. Si, a trabajar.

En sólo dos días y 6 asados, los muchachos demolieron dos paredes, identificaron cada ladrillo de Norte y la reconstruyeron en esquina con Sur. La noche que terminaron la obra, tiraron colchones al piso y se quedaron todos a dormir en la pieza de Soguita, ansiosos por escuchar la conversación entre Norte y Sur. Para mejorar sus cualidades perceptivas se aplicaron generosas dosis de ginebra, gancia y vino El Zaragozano.

La charla entre paredes se inició a medianoche. –Sabés una cosa, ya no me interesás, estoy enamorada de Oeste.  –Esta todo bien, yo no sabía como decírtelo, pero estoy saliendo con Este.


Enrike en colaboración con Sy Zed, 2012

miércoles, 7 de marzo de 2012

Patio de malvones

Otra mudanza. Otra vez me encuentro en una casa en blanco. Bueno, en realidad, no tan en blanco, no tan sin vida. La recorro e intuyo su historia; reconozco territorios de niños, territorios de comida, de mate y de intimidad. Las huellas y la mugre localizada me permiten conocer donde estaban los muebles, por donde se vivía fuerte y por donde apenas se transitaba.

La casa no está muerta pero si dormida, inconsciente. Esta sensación cambia cuando llego al jardín. Allí encuentro, alineaditos en un cantero, un prolijo grupo de malvones que parecen preparados para una requisa, tal vez temerosos de que la nueva dirección imponga cambios botánicos drásticos. Estos malvones son una isla de vida inmersa en un indiferente y sórdido yuyal.

Me quedo un rato husmeando la memoria de la casa y me voy completo de sensaciones propias y apropiadas. Regreso el día siguiente con ganas e instrumentos de limpieza. Salgo al jardín y advierto que ¡hubo fiesta! Los malvones estallaron en semillas, en flores, en colores y en aroma. Es sólo aroma a malvón, el único que saben producir estos malvones, pero ese olor se interna en mi memoria y me conduce a una iglesia. Allí soy un pibe chiquito de la mano de mis padres, caminando lento por el lateral de los santos.

Mi mamá enciende una vela, mi papá va al confesionario y yo me quedo mirando velas y flores. En un florero hay unas flores coloradas con una fragancia muy particular, que dispara mi imaginación y me lleva a verme adulto, padre, iniciando una casa con patio de malvones.

Enrike 2012.

lunes, 6 de febrero de 2012

Una mujer en Balcarce

En abril del 70 había sólo una mujer en Balcarce. Nunca se supo con claridad las causas de esta catástrofe, pero seguramente tuvo que ver con la oferta laboral de las procesadoras de pescado de Mar del Plata, la falta de alguna cosa o la abundancia de alguna otra. El asunto es que en todo el pueblo había una única mujer.

Era la más linda, la más simpática, la más inteligente, la más sensual. Era única e incomparable. Se llamaba Elvira, todos la amábamos y ella lo sabía.

Podía elegir a quien quisiera, pero en todo Balcarce no existía el hombre que ella buscaba. Debía ser brillantemente inteligente y deportista destacado; canchero, lindo y fiel; tener muchos amigos pero estar siempre con ella; debía ser poeta y vigoroso; padre responsable y aventurero; un tipo sensible que se llevara el mundo por delante.

Estaba claro que la pareja para Elvira no existía; por eso la compuso con varios hombres. El Doctor Garsú componía el inteligente, Alcoyana el poeta, Romualdo el sensible y así, con varios más armaron el hombre de Elvira, quien disponía de ellos a su antojo.

De todos modos, Elvira nunca se sintió conforme, y luego de un tiempo se dio cuenta que su pareja debía también incluir alguna mujer. Esto no fue posible, y un domingo de mayo se fue del pueblo insatisfecha.

Enrike 2012.

jueves, 26 de enero de 2012

Presente continuo

En el club Alas Balcarceñas se vive en un presente continuo o, según los otros, en un pasado continuo. Como ya se ha dicho: en el Alas, el futuro ya pasó.

Acorde con esto, las acciones de los muchachos sólo pueden describirse correctamente en presente continuo. Los muchachos están tomando un vino. Los muchachos están jugando al truco. Alcoyana está pensando. Si Alcoyana pensó, no nos importa, sólo nos interesa las consecuencias que esto tiene en nuestro continuo presente, que seguramente se están manifestando en lo que Alcoyana está pensando. Por eso mismo sí valoramos los recuerdos. Este simple detalle es toda una filosofía de vida que nos lleva a vivir en presente continuo o, siempre que se pueda, en presente fuerte, que consiste en las sorpresas. Estas gratas situaciones no fueron programadas, es decir no tienen conexión con el futuro, ni pueden predecirse a partir de la información disponible, es decir tampoco tienen que ver con el pasado.

Como dice el Turco: “No hay que vivir de recuerdos, hay que vivir para producirlos”. Es decir, hay que vivir intensamente de modo que las anécdotas y los recuerdos ocurran. Tampoco hay que andar a lo loco, jugando al ring-raje y gritando en la calle, sólo para generar anécdotas.

Los muchachos la tienen clara, pero siempre aparece un ajeno que no entiende: 

-¿Van a hacer un asadito?

-Disculpe Don, pero no entendemos su pregunta.

-Veo que están prendiendo el fuego, por eso les pregunto si van a hacer un asadito.

-Marmorato ya lo miró fiero y con el fondito de calma que le quedaba le repitió: -No entendemos su pregunta.

El tipo algo asustado intentó: -¿Qué están haciendo?

-Ah!, estamos prendiendo el fuego, estamos charlando, estamos tomando un vino y estamos siendo molestados por un pelotudo.

-Disculpe Marmorato, sólo quiero saber si está aquí el poeta Alcoyana.

-No está. Está asistiendo estratégicamente al Mirlo, quien está corriendo corderos pasando el cruce.

-No sabe a qué hora vendrá?

Eso fue el baldazo que rebalsó la tacita de café. No querrán saber lo sucedido.

Enrike 2012.

Sobre la lateralidad de los sentidos

Ciencia y Tecnología
Lateralidad de los sentidos


Científicos recontranorteamericanos demostraron la lateralidad del olfato. Curiosamente los nervios olfativos no se cruzan, es decir la fosa nasal derecha va al hemisferio cerebral derecho y la fosa nasal izquierda al hemisferio izquierdo. Los demás sentidos sí van cruzados. Las percepciones de nuestra inquieta mano derecha son procesadas en el lado izquierdo del cerebro y las cachetadas, que generalmente recibimos del lado izquierdo de nuestro rostro, van para el hemisferio derecho.

Todo esto es tan anatómico como aburrido. El punto interesante es que el olfato tiene una marcada lateralidad. Así, el olfato emocional viene por la fosa derecha y el olfato racional por la izquierda. Si entramos a una cocina y olemos exclusivamente por la fosa nasal izquierda podemos asegurar que hay olor a comida con carne y vegetales. Si lo hacemos con la derecha percibiremos un hermoso aroma que nos transportará a esas mañanas donde el estofado hervía por horas, dándonos tiempo para varias incursiones de pan mientras la abuela Teresa miraba para otro lado. Si bien el estofado de hoy seguramente está basado en una despreciable lata de salsa, igualmente nos arranca un lagrimón. Si nos ponemos muy emotivos no hay problema, tapamos la fosa derecha y sólo percibiremos olor a benzoato sódico.

Esta información llegó al Dr. Ulises Garsú, quien no se quedó con esto y extendió su investigación de lateralidad a todos los sentidos, recolectando datos en busca de acuerdos y absurdos en esta teoría. Garsú validó científicamente el conocido dicho popular: “Desconfiado como gallo tuerto”. No sólo aportó el basamento téorico a este dicho, hasta entonces apenas apoyado en observaciones dudosas e incomprobables, sino que estableció interesantes precisiones. El científico balcarceño demostró que efectivamente todos los gallos tuertos son desconfiados y encontró que todos son tuertos del ojo izquierdo. Ustedes se lo preguntarán y por supuesto que Garsú se lo preguntó antes, ¿Cómo puede ser que todos los gallos sean tuertos del ojo izquierdo? Bien, Garsú demostró que no es un tema de lateralidad de los accidentes sino de selección natural. Los gallos quedan tuertos del ojo izquierdo o derecho con igual probabilidad, pero sólo los tuertos del izquierdo (los desconfiados) sobreviven. Los tuertos del derecho son una especie inestable de corta vida y muy difícil de hallar.

Se plantean aquí dos formidables enigmas: ¿Por qué ser racional conduce a ser desconfiado? ¿Por qué los confiados no sobreviven? Dicen que Ulises tiene precisas respuestas a estos interrogantes, pero son tan desesperanzadoras y su conocimiento puede tener consecuencias tan nefastas, que Garsú ocultó los resultados de sus investigaciones en una especie de caja de Pandora: una lata de leche Nido fondeada en el arroyo El Pantanoso. De este modo transfirió su decisión al azar y al destino. Si se encuentra la lata antes de su deterioro, estos escritos se conocerán, de lo contrario serán apenas pulpa de papel en aguas de peces analfabetos.


Enrike 2012

sábado, 14 de enero de 2012

Pizza Mandala

Los muchachos del Alas Balcarceñas siempre salieron muy poco fuera de su club, pero solían ir al bar de Moschetto y a la pizzería “Don Nicola” de Merlo. Ellos habituaban estos lugares porque eran de esos negocios personales, que  con su personalidad alimentan a la esencia de un pueblo. A su vez, un pueblo es el único hábitat posible para estos sitios. Aquí, las cadenas y las franquicias no funcionan[1] porque no tienen personalidad y no puede ser de otro modo, pues no tienen personas: tienen CEO, pizzero junior, pizzero senior y pizzero despedido. En estos lugares todo es siempre igual y algo que no cambia es la nada. Por el contrario, cada pizza Don Nicola es única, irrepetible y un claro reflejo del estado de ánimo del pizzero en ese instante. Son fotos de su alma.

En las cadenas, el cliente promedio tiene razón. En Don Nicola, el amigo es quien tiene razón. Yo mismo vi a Marmorato sacar a patadas en el culo a un cliente que pidió cerveza -¡Cómo va a tomar cerveza con pizza Don Nicola! ¡Sacrilegio! [2]

A los muchachos les agradaba esta pizzería porque Merlo, su dueño y pizzero, es inquieto como Marmorato, personas que no se conforman con lo clásico y establecido. Este célebre pizzero balcarceño inventó la pizza rellena, la pizza enrollada y siempre fue por más. Tan es así que en un momento ya no hizo más pizzas sino mandalas, la masa era sólo una excusa, un sostén, un soporte para su expresión, que fluía a través de estas obras geométricas.

Como dice wikipedia, los mándalas son diagramas o representaciones esquemáticas y simbólicas del macrocosmos y el microcosmos. Son obras de tipo geométrico, en general circulares o cuadradas, aunque Merlo también las exploró triangulares, cilíndricas, lanceoladas y sagitadas Las preparaba con rodajas de salamín, morrón, aceitunas y aquello que tuviera a mano. Todo precisa y prolijamente posicionado, inclusive cada una de las hojitas de orégano, que disponía en perfecta simetría. Por supuesto que demoraba muchísimo, pero esto no era ningún problema para los muchachos, que valoraban el arte de su amigo. Además, Merlo demoraba mucho en preparar las pizzas, pero mucho más demoraban ellos en pagarle.

-Eh Nicola, ¿cómo se te ocurrió esto de los mandalas?
-Ejem, “mandala” en sánscrito significa “círculo sagrado” ¿Que más sagrado que esta pizza que estoy posando en vuestra mesita, que será compartida entre amigos, como hostia consagrada de muzzarella y regada con moscato Crotta? Esta obra contiene mucho de mí, es casi yo y pasará a formar parte de vuestro cuerpo. Soguita se quedó pensando un poco, tal vez algo impresionado, pero Marmorato y Alcoyana asintieron con la cabeza sin parar de devorar mandala y escupir carozos a la vereda.

-Me alegra mucho que les gusten mis obras. No se si será porque estos mandalas lo merecen, o porque me aprecian. En cualquier caso ¡me alegra mucho!

Cómo toda obra de arte, los mandalas permitían pispear el estado de ánimo del artista. Si aparecían mandalas de morcilla, Alcoyana desplegaba todo su arsenal de chistes y hasta Soguita se esforzaba con alguno. Era maravilloso cuando aparecía un mandala con morrón tricolor. Ahí abrían todas las puertas y ventanas del local, Alcoyana se sentaba en la ventana con los pies colgando para afuera en la 17, recitaba poemas a cada una de las mujeres que pasaban y las invitaba a sentarse a la mesa.

-¿Pizza? ¿Porque mejor no me regala un jazmín?
-No, jazmín no. Te voy a regalar una cebolla y un morrón colorado. ¡Merlo hará maravillas con blanco y rojo reflejados en el grisazul de tus ojos!
-¡Que ordinario! ¡Con una pizza de cebolla no va a atraer a una chica como yo!
-¡Tiene razón Señorita!, esa es la idea.

Un día ocurrió un hecho muy extraño. Llega el mandala a la mesa y las 4 aceitunas estaban en la porción que apuntaba a Alcoyana. El Turco quedó pálido, atónito. La cosa era muy rara porque en la pizza no se observaban los hoyos originales de las aceitunas, donde el artista las había posicionado mediante compás y transportador. Sólo había uno que reía y no era Merlo, era el destino.

Es cierto, Alcoyana se inquietó, pero rápidamente advirtió que las aceitunas sólo indicaban que algo iba a ocurrir. Cómo siempre e indefectiblemente ocurren cosas -buenas y malas- la señal no contenía información alguna: significaba nada.  El Turco siguió su vida como siempre, viviendo cada instante sin preguntar por el siguiente, dejando el destino sin efecto. Eso si, le jugó los 15 pesos que tenía al 444.

Los mandalas de Merlo tenían usos diversos. Eran notables sus propiedades relajantes, pues los muchachos se relajaban mucho luego de comerse un par de mandalas con moscato. Los mandalas Don Nicola fueron también un excelente canal de comunicaciones codificado. En colaboración con el quinielero Soguita se desarrolló un código que permitía representar números de 3 cifras en una pizza de muzzarella. Una especial permitía resolver hasta 2 decimales.

En la búsqueda de colores y texturas, nuestro artista hizo pizzas algo extrañas, bellas pero incomibles, como la pizza de remolacha con capuchones de birome bic y la de flores de Santa Rita con corcho rallado. Esto fue atentando contra la pizzería y con el tiempo el artista le fue ganando al pizzero. Los mandalas fagocitaron a las pizzas, el local se transformó en una galería de arte y finalmente cerró. Dicen que Merlo ahora hace buenos helados; pero mandalas… mandalas sólo para los  amigos.

Enrike, 2012.

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[1] Si una cadena comercial tiene éxito significa que el pueblo-ciudad se transformó en una ciudad-pueblo: una tristeza.

[2] Recuerdo este episodio en detalle. Estaba yo con mi papá, comiendo pizza en una mesita cercana al hecho. Mi viejo siempre tomaba moscato con la pizza y yo crush. No sé si del susto o qué, pero me deshice de mi botellita de gaseosa apoyándola en el piso contra la pared. Me serví moscato y le di un trago. Recibí la mirada de aprobación de mi viejo y me sentí iniciado.