lunes, 7 de diciembre de 2015

Un desayuno encontrado

Hace muuuchos años, en un viaje de trabajo con Dardo y Pablo, luego de un día trabajando sobre asfalto calcinante, nos hospedamos en un hotel céntrico de Tucumán. Al día siguiente vamos a desayunar en un inmenso salón comedor. Nos sentamos en una mesa que ya estaba preparada con tazas y platitos. Antes que llegara el mozo a servirnos el café, advierto que mi taza tenía una marca de rouge. Sin decir nada ni levantarme de la silla, intento cambiarla por otra taza de la mesa de al lado, pero ya es tarde: el mozo está al lado mío, advirtió la maniobra y me mira con cara de orto… ¿Qué le pasa a esa taza? Pienso, intento pensar la forma más amable de contestar, algo que no contenga la palabra “sucia”, “suciedad” ni nada parecido… Es que esta taza tiene un beso… Aha, ¿y qué? Es que ese beso no es mío, no es para mí. ¡Mire usted! ¿y cómo sabe tanto de ese beso? No puede ser mío porque no soy de aquí, estoy de paso. ¿Ah sí? Usted vino solito y se sentó en esta mesa, en esta silla, delante de esta taza, en ninguna de las otras 87  que hay en este comedor, y me dice que ese beso no es suyo… El mozo me toma del brazo, fuerte, casi con violencia, y me lleva a recorrer todas las tazas del salón. ¿Ve? La única taza en todo el comedor que tiene un beso es la suya. ¿Sabe cuántas personas estarían felices con una señal así y usted no quiere la taza? ¿Qué le pasa?...le parece… ¿sucia? No, es que me da… como impresión, no sé de quién es este beso ni adónde iba o va… Hace 23 años que trabajo en este hotel y en mi puta vida encontré un beso en una taza. Usted viene un día, encuentra uno y lo deja pasar. ¡Ya le cambio la taza y listo! No, por favor, sírvame café con leche en esta taza, hasta el borde. Le doy un sorbo al café y sentí un beso, otro, otro y otro. Allí, tan lejos, estaban los besos que no fueron.

Enrique Spinelli, 2015.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Arenga Alcoyana

El filósofo Alcoyana advirtió que nos estábamos viniendo a pique. Llenó cada vaso de ginebra y se dispuso a zamarrearnos intelectualmente: ¿Qué nos está pasando muchachos? Nos quedamos acá, muy divertidos recordando viejas anécdotas y cagándonos de risa. Encima se los ve contentos, ¡si serán pelotudos amigos!

Ya no se si fueron tan divertidas o las sobrevaloramos, las cuidamos tanto que las vamos mejorando con el tiempo. Esto es muy triste, estamos viviendo de anécdotas a plazo fijo. Dejémonos de joder, nuestras nuevas anécdotas serán “Cómo nos divertimos recordando viejas anécdotas” ¡Por Dió muchachos, salgamos a patear tachos de basura! ¡Entremos al Club El Riojano y pidamos un Tia María! ¡Emborrachemos las palomas mensajeras! ¡Vamos amigos! ¡Caguemos más alto que el culo (fijemos objetivos que excedan nuestras posibilidades)! Siempre lo hicimos así y nos fue bien. No seamos cagones.

Está bueno encontrarte en situaciones que te superan. No sabés como hiciste para llegar allí pero ahí estás, abrieron el telón y estás en una sala llena de gente, estás cenando con una mina genial, te dieron el micrófono en la fiesta y la gente se calla para escucharte, estás en la puerta del área con pelota dominada y toda la tribuna grita ¡Alcoyana! ¡Alcoyana! Estás emocionado, el corazón te explota, te sudan hasta los ojos. De repente -es un instante- te salís del cuerpo y te ves desde afuera, te ves como vos te ves, como vos te crees: chiquitito, mínimo, te abatatás. En ese momento querés ser mejor, más joven, más inteligente, haber entrenado más duro, tenerla más grande, haber leído más. Mirás para arriba, para todos lados, esperando el milagro… pero el milagro no llega y no hay más tiempo... Te querés despertar, pero estás despierto. Volvés y apechugás, huís para adelante y hacés lo mejor que podés con lo que hay, con lo que sos. Así llegamos hasta aquí, viejos, sin nada, con cicatrices, pero con un montón de historias escritas y por venir: con vida. ¡Vamos los pibes!


Enrique Spinelli, 2015.

martes, 1 de septiembre de 2015

Te sueño el sueño

Para cambiar un poco... un radioteatro.

Personajes: BETO, TITO y ROSALÍA.
(Beto y Tito conversan en la cocina del departamento de Tito)


TITO: Escuchame Beto, ¿qué hiciste el tiempo que estuviste en el departamento? ¿Cambiaste algo en la cama? ¿En el dormitorio? Yo soñaba como loco acá y desde que volví ¡no sueño nada, nada de nada!

BETO: No Tito, no toqué nada. Nos internamos un par de semanas con Rosalía, pero dejamos todo como estaba.

TITO: Ah, te viniste con Rosalía… ¡Pero qué bien me cuidaste el Departamento! ¡Tuve suerte que no rompieron la cama! Y te digo que no dejaron un carajo las cosas como estaban. Acá faltan mis sueños! Y me hago el boludo de que se tomaron el fernet, las 2 cerve que quedaban y se comieron hasta la polenta y un paquete de express que estaba cerrado con un ganchito! Tampoco te digo nada de que se secó desde el potus hasta el cactus! Como mierda hicieron para que se seque el cactus! Eh! Hablá Betoludo! No me vas a decir nada?

BETO: Si, te digo que las express estaban húmedas, una bosta!

TITO: Dale, no me jodás amigo, decime... ¿qué hicieron? ¿cambiaron algo de lugar?

BETO: ¿No te imaginás que hicimos las dos semanas corridas? Y si Tito, cambiamos de lugar varias veces! Jijijiji!

TITO: Che, enserio, pensá! Mis sueños son muy importantes! Mi vida real es una cagada, pero yo me tiraba a dormir y soñaba lindo. Ahora me acuesto boca arriba y así me despierto, como si toda la noche fuera un instante. ¡Vamos, pensá! ¿Qué puede haber pasado?

BETO: La verdad que no tengo ni idea, en esas dos semanas no movimos ningún mueble, ni siquiera cambiamos las sábanas…

TITO: Si, de eso me dí cuenta. Vamos Beto, ponete en mi lugar. ¿Vos soñás mucho? ¿Soñaste mientras estuviste acá?

BETO: Nada. Rosalía te deja hecho percha, apenas me quedaba energía para dormir… ¡qué iba a soñar! Ella sí sueña mucho, el otro día soñó con sierras, una laguna, y no me acuerdo más… Cosa rara, porque la gordi jamás salió de Florencio Varela!

TITO: Eh! ¿Sierras, laguna? Dale, llamala yá, necesito más detalles.

BETO: ¿Qué detalles? ¿Para que la voy a llamar?

TITO: Dale Beto, ya me cagaste los sueños, al menos llamala, quiero saber detalles de sus sueños

BETO: Uffff… bueno, ahí la llamo… Ups! No tengo crédito. Me prestas tu celu?

TITO: Tomá, dale llamala por favor!

BETO: …Hola Gordita! Cómo andás? Todo bien? Bueno, te llamo cortito porque te estoy hablando del celu de Tito y el rata me hace señas de que tiene poco crédito. Pibita, este rompe quiere que le cuentes de esos sueños que tenés ahora de las sierras y la laguna… Así que son relindos los paisajes? Aha! Y ahora estás soñando mucho con una escuela? Mirá vos! Ah y no es la escuela que fuiste vos, pero te soñás alumna? ¡Qué loco!

TITO: ¡Eh! Qué escuela? ¡Beto, Beto! Preguntale que escuela es, qué número?

BETO: Beyecita, Tito quiere saber qué escuela estás soñando… Ah, escuela número 4, Bernardino Rivadavia…

TITO: ¡Eh! ¡Esa es mi escuela de la primaria! ¡Esta mina me choreo los sueños! ¡Eh! ¡Esos son mis sueños! ¡Las sierras, la laguna y hasta mi escuela! ¡Chorros de mierda! ¡Les dejo el depto para que cuiden y me afanan los sueños!

TITO: No sé cómo mierda vas a hacer, pero ¡quiero de nuevo mis sueños aquí y los quiero ya! Si no es con mis sueños no vuelvas más. ¡Dame el celular! ¡Y andá pensando en devolverme la heladera, el ventilador, la mesa y las sillas que te presté!

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(Beto y Rosalía conversan en la cocina del departamento de Beto)

BETO: Che Gordi, vamos a tener que hacer algo, Tito está recaliente, dice que le sacaste los sueños. Se sacó y me está pidiendo la heladera y un montón de cosas… encima tengo las cuotas del celu, la tele y la play en su tarjeta de crédito…

BETO: Pensá… ¿En qué momento empezaste a tener esos sueños ajenos de sierras, escuela número nosequé? Es muy raro, si vos en tu puta vida saliste de Varela! Pensá, pensá como se los vamos a devolver porque estamos en un problema grosso!

ROSALÍA: Vos estás en un problema! Y nada de sueños ajenos! Son mis sueños pibe! Los sueños son del que los sueña! Basta de capitalismo onírico! Están rebuenos y no voy a devolver un carajo! Anoché soñé que una compañerita de la escuela me apretujaba como a un osito de peluche… y sabés una cosa… ¡me encantó! Ni mierda se los voy a devolver!

BETO: Dale bonita, por favor, busquemos la forma de devolverle los sueños, aunque sea algunos para que se calme un poco. Le llevamos los de las sierras, la laguna, esos deben ser rebaburridos!

ROSALÍA: ¿No entendés? No se puede devolver lo que es de uno!

BETO: Dale linda, no seas así, es un pobre infelíz. Mirá si estará triste que revisa el spam y se alegra con lo felices que son los demás en el facebook. ¿No te da lástima? ¿Por qué no vemos la forma de devolverle algún sueño que no te interese? Enserio, dale...

ROSALÍA: Mirá Betito, a mi me llamó la atención tener todos estos nuevos sueños míos. Ahora los disfruto mucho, pero al principio me asuste un poco y la consulté a Susana, la tarotista, y me contó de estos casos que son muuuy raros. Te la hago corta, aunque me dé pena ese infelíz que solo tenía estos bellos sueños, es imposible que yo se los pase.

ROSALÍA: Susana me lo dijo clarito: la única forma de transferir sueños es quedarse dormido cogiendo con el poseedor. ¿Vos aceptarías que me encame con ese pelotudo, sólo porque estás preocupado por esa heladera pedorra, las sillas y las cuotas de tus boludeces? ¿Eh? Creo que me valorás un poquito ¿no? Bien, entonces, esto no tiene ninguna posibilidad. ¡Mis sueños son mis sueños y que se joda!

BETO: Ta bien, ta bien Rosalía, voy a ver como resuelvo esto, pero me metiste en un quilombo…

(PAUSA, Beto piensa)…

BETO: Pero decime… ¿Cómo hiciste para quedarte con los sueños de Tito?



Enrike, 2015.

viernes, 27 de febrero de 2015

Protección total

En la ciudad de La Plata existe una zona limitada por una avenida, la vía del tren y una diagonal, que es tan apacible, tan tranquila, que su contraste con el entorno llama la atención. Una multinacional de seguros me contrató para estudiar el fenómeno, e inicié mi trabajo de campo entrevistando a Edgar, un kioskero que fue indicado como “el que más sabe” sobre este extraño lugar. Para que mi presencia no perturbe el objeto de investigación, me presenté como un posible comprador de una casita en esta zona.

-En este barrio nunca pasa nada, podés mudarte tranquilo. Hace cinco años que tengo kiosko en esta esquina y te digo que es muy seguro. Las viejitas cuentan la jubilación en la vereda, y ahí las tenés, intactas, chusmeando en la puerta de su casa. Cruzan la calle sin mirar, comen lechón frio a la mañana y perduran. 

Enserio pibe, aquí no pasa nada. Si ponés a calentar agua para el mate, no se hierve por más que te distraigas. Las mujeres pueden batir mayonesa cualquier día de su mes, que no se va a cortar. Te digo más, el trago preferido de este barrio es vino tinto con sandía. Después de comer un chancho te tirás a la pelopincho sin hacer la digestión, y no te pasa nada. Aquí no-pasa-nada.

Dicen que no fue siempre así, que se afanaba y que ocurrían las mismas desgracias que en todos lados, pero en algún momento comenzó esta “seguridad” o tal vez una ¿“sensación de seguridad”? No sabemos si no pasa nada, o si nos tenemos tanta confianza que no nos pasa nada. De todos modos, el resultado es el mismo.

Todo es así siempre que estés dentro del barrio. En el puestito de chori del gordo Tupa podés comer piola, pero si salís del barrio antes que todo residuo del alimento haya abandonado tu cuerpo, te revolverás en terribles convulsiones: es sólo para el mercado interno. Doña Tita salió a visitar a su hermana a Tolosa, se bajó del micro sin mirar, y redujo en 1 la población de esta comunidad.

-Digamé Edgar, ¿esta zona es muy baja? ¿se inunda?

-Mirá, dicen que antes bastaba que el gordo Tupa transpirara un poquito de más para que se inundara todo el barrio, pero desde que tengo el kiosko nunca pasó nada.  Con la lluvia torrencial de la semana pasada;  de aquel lado de la avenida había metro y medio de agua, y de este… nada, las hormigas hacían pie sin problema y los pibes estuvieron toda la tarde jugando al tobogán acuático.

No pasa nada con el agua y tampoco con el fuego. Doña Mirta, la entrenadora de básquet, toda la vida prendió velas a San Cayetano pidiendo  trabajo para su hijo Ruben. Varias  veces prendió fuego el altarcito, y su pieza se incendió cuando Ruben tenía unos 50 años, pero hace tiempo que las velas se apagan solas antes de terminarse, y su altarcito de telgopor está intacto.

-Aha… ¿y funcionó? ¿Consiguió trabajo el hijo?

Si le digo que toda-la-vida le prendió velas, es porque ¡nunca consiguió trabajo!  Seguramente SanCa le mandó alguno, pero debe haber otro santo -desconocido-  que ayuda a que los tipos como Ruben no lo agarren.

-No tienen problema con el agua, ni con el fuego ¿y con el viento?

- ¡Uy Dio! Agua, fuego, viento… ¿qué sos vos? ¿Astrólogo? ¿Podés predecir que va a pasar? Acá eso es fácil. Aquí no pasa nada.

-Sí, pero este barrio está muy bueno, se debe mudar mucha gente aqui ¿no?

-No. No vienen muchos, porque esto no es tan bueno como parece. Acá nada tiene consecuencias, nada puede salir mal, no hay riesgos, no hay miedo y es muy difícil vivir así. Sin miedo a perder, las cosas pierden valor, no hay celos, las sorpresas son pobres y todo es muy aburrido. Los que vienen de afuera no aguantan y se van enseguida, la mayoría de los que viven aquí nacieron en el barrio. Es como el asunto del sapo, que si lo ponés en una olla con el agua fría y la vas calentando, lo cocinás vivo y no reacciona; pero si lo tirás al agua hirviendo, salta para afuera como un sapo.

Con el tiempo y con esta seguridad, la gente se fue poniendo vieja y triste. Los jóvenes impetuosos se van porque no se destacan. Acá es lo mismo ser valiente, temerario o cobarde. Los valientes se van porque no tienen miedo que vencer, los cobardes porque no tienen miedo que tener, y los temerarios también se van, pero no sé porqué. Los pibes se van a estudiar y desaprobar, a trabajar y ser despedidos, a romper vidrios a pelotazos. De a poco van quedando sólo viejos, que se aferran a esta vida segura pero desabrida, porque mañana va a salir parecido a hoy y casi igual que ayer. Todo es seguro, todo va a suceder con seguridad: el futuro es falso.

-Usted no es tan grande, ¿por qué se queda aquí?

-Porque soy gordo, pelado, puto y me gusta bailar murga. Aquí no le tengo miedo al ridículo… ¡porque no pasa nada!

Pero te digo la verdad, ya me estoy aburriendo. Cuando bailaba del otro lado de la avenida, me puteaban, la gente se sacaba y me tiraban cosas, me gritaban cualquier barbaridad. Era peligroso, pero me prestaban atención. Aquí… nada, a veces me aplauden nomás.

Así es muy difícil generar historias y anécdotas. ¿Qué me decís si te cuento que comí un tupa-chori, me dieron retorcijones y llegué al baño con lo justo; y que cuando me levanto para tirar la cadena se me cayeron las llaves adentro del inodoro?... ¿Si te cuento que cuando me agacho para agarrarlas, se me cayó el celular del bolsillo de la camisa también al inodoro? ¿Y si te digo que pongo las llaves en el bidet, y cuando abro la canilla para enjuagarlas, le pifié, abrí la llave de la flor y me hice sopa?... ¿Eh? ¡Te estás cagando de risa! No, no te rías, no te rías porque nada de eso ocurrió. No pasó nada, me comí el chori, llegué a casa y me puse a mirar tele hasta que me dormí en el sillón.  Por eso, en el barrio ya no hay escritores, se fueron por falta de material. Acá ni siquiera hay histeria. Las personas te dicen que si o que no ¡A ver si podés escribir una canción con eso! La poesía no es viable.

Con el tiempo se fueron todos los artistas. Sólo de vez en cuando viene un pibe que pinta esos murales con personajes raros que ves ahí. Pinta con la ropa de salir y no liga ni una mancha de pintura, tampoco mancha jamás el piso, y por eso todos le ceden las paredes.

-Edgar, usted ya me dijo que este barrio no fue siempre así de seguro ¿Cuándo empezó este estado de “seguridad extrema”? ¿Por qué razón le parece que esto es así?

-Nadie tiene idea. Pensamos que no es una cuestión de seguridad porque sí, sino de protección, que alguien o algo nos protege. Sospechamos del San Cayetano de Doña Mirta, porque después del incendio de la pieza cambió la imagen, el altarcito y no se prendió fuego nunca más, siendo que antes se prendía fuego a cada rato. Está claro que ese santo no da este tipo de protección, pues  está diseñado para conseguir trabajo. Como nunca consiguió uno, yo pensé que por ahí Mirta -por error- trajo una imagen de otro santo, y convencí al vendedor de la santería que está enfrente de la Rosa Mísitica que venga a revisarlo, para ver si tenemos un super Gauchito Gil, una ultra Gilda o algo así. El tipo lo revisó y dijo que la estatuita es medio berreta, que está tan deformada y mal pintada, que puede ser San Cayetano, la virgen María, o su suegra, pero que sin duda no es ningún protector eficaz conocido.

No sabemos por qué aquí no pasa nada, pero es así, y no necesitás saber porque. Si vas a mudarte, tené en cuenta como es la vida aquí y listo.

-Si Edgar, pero todo esto es muy extraño. A usted lo veo re-tranquilo con esta situación, pero a mí me da miedo.

-¡¿Miedo?! ¡¿Quien sos vos realmente, pibe?!¡Decime quien sos o te clavo este doblador de pestañas en un ojo y te lo saco por el otro! ¡Sólo los garcas pueden tener miedo en este barrio! ¡Te aseguro que vos acá no tenés protección que te salve! ¡Dale, hablá o te hago tragar este medio chori que tiene una semana abajo del mostrador!

-¡Nooo mmaghh puaghj! Está bien Edgar, ¡perdonemé! ¡No voy a mudarme a este barrio! ¡Una multinacional me pagó para que investigue por qué en este barrio no pasa nada!

-¡Si serás hijo de puta, garca de mierda! Ahora te vas sabiendo algo más: la protección de este barrio no funciona para los garcas como vos, pedazo de sorete. ¿Por qué crees que acá no hay vendedores de movistar, de préstamos personales, ni un puto banco?

¡Rajá, rajá ya mismo de acá o te llevo las tres cuadras hasta la avenida a patadas en el culo! ¿Sabés una cosa? Me gustó la idea, y la voy a hacer efectiva. Mirá para allá que está la avenida, ¿la ves? ¿sí? bueno para allá vamos… -¡Tomá garca de mierda! ¡Tomá otra! ¡Tomá! ¡Te voy a dar tantas patadas que en algún momento te va a salir el traje con corbata de abajo de esa remera trucha de superman! ¡O te va a aparecer la inscripción de grinpis, pelotudo!


Bueno, así fue como salí violentamente de los confines de ese barrio apacible. Con el culo molido a patadas, pero a salvo, me quedo mirando desde afuera cómo Edgar se aleja, caminando pesado y saludando vecinos. De lejos veo que se detiene a hablar con el artista que pinta los murales del barrio, que está haciendo uno nuevo.

-¡Lucas, que buena está esa figura pibe! ¿Cómo se llama este mural?

-¡Hola Edgar! Este es “Protector número 8 con lanzarayos de energía repiola” ¿Te gusta como está quedando?

-Si, ¡está muy bueno pibe! Gracias por poner lindo el barrio. Dale saludos a tu tía Mirta y pasá por el kiosko que te doy unos biscochos para que lleves.


Enrike, 2015.