miércoles, 1 de diciembre de 2010

Futbol con Alas

Fútbol con Alas

Los muchachos del “Club Social y Colombófilo Alas Balcarceñas” no concurren al fútbol de la liga local, pero si a los partidos de “baby fútbol”. Allí colaboran con Marmorato, el entrenador de las divisiones infantiles, en la preparación de los choripanes y en la organización de los pibes.

Era un partido como muchos otros, pero de repente ocurrió algo increíble y desagradable: unos adultos del Boca Juniors que miraban el partido ¡insultan a un niño!  En un instante, con la velocidad de un acto reflejo -donde no interviene la razón- los muchachos estaban sobre estos tipos con varios puños en sus manos. De alguna manera, también increíble, los 14 policías de Balcarce intervinieron en ese mismo instante, evitando la catástrofe. El mismísimo comisario congeló en el aire la letal alpargata de Soguita. Las acciones se circunscribieron entonces a lo verbal, donde el poeta Alcoyana se lució con frases como: “el espejo del otoño hoy te devuelve agrio y anciano”, “el niño que no fuiste, era el que todos esperaban”, “la concha de tu hermana” y “¡cagón culiado a máquina!”

Para frenar el conflicto, el jefe de la fuerza policial propuso dirimir las diferencias en un partido entre los grupos enfrentados. Estableció fecha para el domingo siguiente, como una atracción previa a los encuentros de fútbol infantil. El encuentro se jugaría en la misma canchita de baby, 5 contra 5. Por supuesto que la delegación del Alas Balcarceñas aceptó sin titubear. Apenas titubeó algún que otro insulto adicional.

Los del Boca eran todos jugadores del campeonato de “papi futbol” y entrenaban dos veces por semana en su propio campo con arcos de caño y red. Los muchachos del Alas estaban mucho más que retirados, pero no arrugaron. Arrugar es un verbo que no saben conjugar en primera persona.

En cuanto se enfriaron un poco, el Negro Marmorato, gran estratega y teórico del futbol, comenzó a diagramar el equipo y las acciones a seguir. El Negro no disponía de un gran material, pero si conocía hasta el alma de sus amigos. Así, haciendo virtud de las limitaciones, preparó un esquema que no apuntaba a obtener lo mejor de cada uno, sino lo mejor de todos juntos.

El equipo del Alas Balcarceñas era un cúmulo de entrañables personajes: Soguita, Marmorato, el Dr. Ulises Garsú, Alcoyana y el Mirlo; cada uno con sus particularidades pero componiendo una monolítica unidad.

Soguita es una demostración del principio de conservación de la energía. Su vitalidad no es para nada desmesurada; normalmente gasta menos energía que una lombriz, pero en situaciones límites puede mostrar inusitado vigor. Sin duda, ésta era una situación límite y el entrenador descontaba que el quinielero expondría todo su potencial. El pensamiento de Soguita es bastante lineal, así que Marmorato lo ubicó como carrilero por izquierda con muy precisas instrucciones.

Alcoyana, portador de una fabulosa habilidad, pero con un estado físico nulo, horadado por salamines y vino, fue destinado al medio campo, con la función de crear y distribuir excelso juego.

Marmorato, como “2” aportaría su juego rústico para imponer firmeza en la línea de fondo, formando con Soguita una “L” infranqueable.

En el arco, el Dr Garsú era una garantía. Desde niño, el farmacéutico siempre había jugado de arquero. Ahora tenía algunos problemas en una rodilla, pero esto no le impedía desempeñarse con soltura en este puesto.

La gran genialidad de Marmorato para este equipo fue la figura que compuso para El Mirlo, quien tenía un estado físico excepcional. En base a este jugador, Marmorato creó un nuevo esquema de juego donde el Mirlo oficiaba de “carrilero elíptico”: una función nunca antes vista en el fútbol planetario. Soguita, como “carrilero lineal” circularía por la izquierda, pero el Negro sabía que los demás jugadores (él incluido) estarían prácticamente clavados en la cancha. La función del Mirlo era trasladar la pelota -y jugadores, si fuera necesario- por toda la cancha, conectar a Soguita con el resto del equipo, llevar y traer desde cualquier punto a cualquier otro.

El equipo y el esquema estaban, pero restaba preparar jugadas y verificar el funcionamiento del equipo. Para esto utilizaron el metegol del club, al cual le sacaron los 5 del medio. Garsú personificado en el arquero petiso; los dos de atrás eran Marmorato y Soguita; los tres de adelante, de nuevo Soguita, Alcoyana y una de las posiciones del Mirlo. Otro Mirlo, realizado en miga de pan, fue necesario para recrear su función de “carrilero elíptico”: un puesto que se apartaba de los esquemas establecidos y que no existía al momento de la génesis del metegol.

Fue una semana muy dura a triple turno. Relajación a la mañana, práctica en el potrero por la tarde, ensayo de jugadas en el metegol a la tardecita. Por esos días los colombófilos fueron los héroes del barrio. Sin siquiera insinuar, recibían a diario carne, vino y pastelitos que los mantuvieron en asadito todas las noches. Los días de entrenamiento y planificación pasaron; y muy rápido el equipo se encontró con el domingo que los posó en el círculo central.

El capitán del Alas ganó el sorteo y eligió el arco con el sol atrás. Los primeros minutos, mientras los equipos se estudiaban, fueron aburridos, hasta amables. Luego el DT colombófilo comienza a utilizar al Turco Alcoyana, que con su habilidad intacta, gambeteaba rivales en una baldosa y era imposible quitarle el balón. El inconveniente era que, limitado por su estado físico, siempre gambeteaba en la misma baldosa. Marmorato rápidamente advirtió que a su equipo le faltaba desplazamiento y encomendó al Mirlo para que además de trasladar el balón, trasladara también al Turco. Así, el Mirlo desplazaba a Alcoyana mientras la zurda endemoniada de éste iba burlando rivales. Los Boca quedaban tirados como miguitas de Hansel y Gretel, describiendo sinuosos filetes que conducían a su propio arco. Así le hicieron 3 al hilo, pero los de Boca comenzaron a llorar, a protestar que la técnica era ilegal, que los jugadores debían constituirse como individuos y una larga serie de débiles argumentos que abrumaron al árbitro; quien finalmente exigió que Alcoyana debía desplazarse por sus propios medios.

Los de Boca eran algo torpes pero no estúpidos, dos de ellos eran profesionales: el abogado Mendéz y el arquitecto Echagüe. Sabían que a los muchachos como individuos, los pasaban por encima. Con la anuencia del réferi apuntaban a convertir el equipo de Marmorato en 5 individuos; pero esto era imposible, porque los muchachos son un mismo organismo.

Por un tiempo los del Alas quedaron algo perdidos. Soguita seguía muy firme, pero los Boca encontraron que por la derecha podían llegar. Garsú estaba hecho un demonio y sacó unas 37 pelotas de gol, pero finalmente llegó el 3 a 3 y seguían acosando la valla del farmacéutico. Esto duró hasta que el férreo 2 del Alas empezó a ajustar, digamos mejor ajusticiar, en la puerta del área.

El partido estaba estancado. Mendéz insiste una vez más por la derecha; el Mirlo se pasa de largo, llega el Negro que cruza al abogado y lo deja colgado del travesaño como salamín secándose en la caña. El árbitro le perdonó la vida eterna a Marmorato y apenas le sacó la roja, cuando toda la hinchada boquense, especialmente Maria Cristina Barceló de Mendéz, pedía a gritos su excomunión. 

El Alas queda con 4. A Marmorato lo mandan al vestuario, pero como vestuarios no hay, lo echan del predio y continúa dando indicaciones a los gritos del otro lado del alambrado. La situación era muy complicada; estaban con uno menos, empatados y faltaban 7 minutos. El entrenador piensa, piensa y piensa. Los muchachos no saben que carajo hacer, así que se la dan a Alcoyana que se pone a hacer jueguitos para deleite de la tribuna que aplaude a rabiar y furia de los rivales que no le pueden sacar el balón. De pronto ocurre lo impensado, lo imprevisto, la sorpresa que hace la vida vivible. Soguita, que durante todo el partido fue haciendo una zanja pegadita a la cal del lateral; porque si, o vaya a saber por qué, abandona su línea y describe una curva celestial; pasa por detrás de Alcoyana y sigue hacia el arco rival donde recibe una parábola, una metáfora del Turco, que conecta abajo con un impecable frentazo y marca el triunfo del Alas. No grita el gol y vuelve en silencio a su línea lateral izquierda para seguir allí siendo Soguita. Sus amigos lo alcanzan y se unen todos en un abrazo, cada vez más fuerte y más pequeño, cuando  escuchan muy lejos el pitido que marca el fin del partido. 

Ese gol, de un modesto partido desafío 5 contra 5, fue durante años el gol más comentado en Balcarce. Los abogados y los vendedores de autos dicen que la pelota pegó en la línea y entró levantando un poco de cal. Los otros dicen que vieron clarito en la misma línea cómo la pelota se transmutó en paloma; una paloma del “Alas Balcarceñas”.


Enrike, 2010.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente cuento pibe!!! me encantan las cosas que escribís! Me mató el aumento en la vehemencia de los improperios!!!!
Daniel F

Enrique Spinelli dijo...

Chazgracias Daniel! Me alegro que te haya gustado. Abrazo!