viernes, 2 de agosto de 2019

Nos avivamos tarde…

Cambio de comisión directiva. Somos pelotudos muchachos ¿Cómo pudimos votar a estos tipos? Nos dijeron que siempre iba a haber Gancia, que iban a cambiar el aceite de las milanesas todos los meses, que iban a poner mesas nuevas, renovar los mazos de cartas y el paño del billar! ¡Hasta aseguraron que iban a controlar que no entre cualquiera a nuestro club!

Y cumplieron, la puta que los parió, cumplieron. Hay mesas, cartas nuevas, Gancia, ¡hay limón! Hay de todo pero no lo podemos pagar. ¡Si nunca nos importó un choto las mesas rengas ni los mazos grasosos, qué cagada nos mandamos! Nosotros, que votamos la lista “Eficiencia y Progreso”, no podemos estar en el club porque no podemos consumir y entonces: “No podemos permanecer en las instalaciones” ¡Ahora nosotros somos los cualquiera!

La nueva es que decidieron que el club no era rentable… Claro, si sólo saben evaluarlo con su pobre aritmética de 2 grado! ¿Cuánto vale una emoción? ¿Cuánto un grito? Su ecuación pitagórica les dijo que se obtenía más ganancia alquilando el club a terceros… y lo alquilaron. Una enorme ganancia que no nos impacta para nada aquí, tomando mate en la diáspora, en un banco de la plaza Libertad.

Enrique Spinelli, 2019.

sábado, 19 de agosto de 2017

Días independientes

1.
Nadie sabe porque, pero el tiempo perdió su linealidad, se quebró, se plegó, se rehízo. El día de mañana es totalmente independiente del día de hoy. En este momento soy mecánico, tengo esposa y dos pibes, pero ayer fui 10 años más joven, gay y vendedor de electrodomésticos. El miércoles era un maduro soltero caravanero, dueño de una agencia de autos usados y el jueves maestra jardinera. Así, cada día es una sorpresa: absolutamente impredecible. La vida es irremediablemente cambiante. Si nos gusta, mañana será otra y si no nos gusta, también. No hay otra estrategia de vida posible que vivir ahora. El futuro ha sido roto, desmantelado por la fractura del tiempo. El ahorro, la previsión, los vínculos formales y todo aquello que requiere ayer y mañana perdió sentido. Mañana nuestra familia será otra. Nuestros amigos y enemigos se renuevan día a día. Hoy vivimos para el mañana de otro.

2.
Antes los días se parecían mucho entre si y los recuerdos crecían despacio. Ahora un día genera un montón de recuerdos que se acumulan como expedientes de ministerio. Se vuelven pesados y me acosan queriendo aparecer hoy. No hay lugar para tantos recuerdos. Cuando mi día es triste o aburrido, entran más. Hay días enteros que apenas sirven para recordar. Soporto mejor esta oficina recordando que fui bombero, carpintero y actor. Soporto mejor esta angustia recordando que fui feliz. Soporto mejor esta muerte recordando que estuve en un vientre cálido.

3.
Cuando el día no pinta bien, me escondo a recordar. Tengo muchos recuerdos para recurrir. En algunas vidas me cuesta más encontrar un escondite, pero ese es mi único objetivo de vida continuo e invariante: esconderme y recordar. Llevo meses así, escondido día tras día, negándome a las vidas y a los otros.

4.
Hoy soy abogado, casado, tres pibes, una amante, y vivo en un chalecito. Me resultó fácil encontrar un escondite en un entretecho y desde temprano estaba aquí recordando hasta que se abrió la puertecita y entró una mujer.-¿Qué hacés acá?
-Nada, sólo vengo a recordar. Haceme un lugarcito que recuerdo sin joder. Esto da para muchos recordadores.
Durante horas recordamos en silencio. Abro los ojos y la observo. Observo cómo cambia su cara, como se le dibujan sonrisas, le explotan carcajadas, como se toca. No me cuesta imaginar sus recuerdos completando el esqueleto de sus gestos. Esta mina fue feliz. Yo fui feliz. Fui más felíz viviendo vidas que reciclando recuerdos, pero sigo recordando. No se porque nunca quiero estar donde estoy, como en esa vida que me la pasé buscando salvación en los chats de mi celular.

5.
A la tardecita, nuestros ojos abiertos coincidieron. Hablamos de nuestros recuerdos, nos contamos muchos de nuestros días y nos sorprendió encontrar que coincidimos en uno; que en una de estas vidas de un día estuvimos juntos. Ese día es hoy y acordamos vivirlo.


Enrique Spinelli, 2017.

sábado, 15 de octubre de 2016

Cucharoncita (1 Actito)

Personajes: H: un hombre y M: una mujer.
(Un hombre abre con llave la puerta de un departamento y grita…)
H: ¡Amor llegué!
(Sale una mujer de la cocina, cucharón en mano)
M: ¡Eh! ¡Esta no es su casa!
H: Es cierto, esta no es mi casa, ¡pero aquí está mi amor!
M: ¡Si yo ni lo conozco! ¡Salga de acá desquiciado! ¡Usted no es mi amor! (lo amenaza con el cucharón que sacude)
H: Eso también es cierto, mi amor es cucharoncita, ¡y usted la está maltratando! ¡No la sacuda así!
¡No me iré sin mi cucharoncita!
M: ¿Cómo pudo entrar? ¿Quién le dio la llave?
H: ¿Quien sino mi cóncavo amorcito? ¿Entiende ahora?
M: ¡Pero usté está más loco que mi espumadera!
M: ¿Y cómo va a entrar así, de repente? ¡No ve que me encontró en batón y pantuflas! ¡Dios mio! ¡Si me hubiera encontrado desnuda sería mejor! ¡O muerta!
H: Las dos cosas se pueden arreglar… Pero elijo desnuda…
M: Salga de acá ya mismo o llamo a la policía, a mi marido y a mi primo gordo
H: ¡Eh! No va a gastar tanto teléfono por esta pavada, podemos arreglarlo…
M: No se preocupe por mi plata, además no es tanto, estoy casada con mi primo policía gordo. Y claro que podemos arreglarlo, deme esa llave, váyase, y cuelgo el teléfono. Quédesela y se lo parto en la cabeza.
H: Está bien, ya me voy… sólo devuélvame a mi amorcito
M: Pero es usted el que no entiende nada, este cucharón es mío!
H: De ninguna manera, ese cucharón es mi amor y mi felicidad. Pruébeme que es suyo! Eh! A ver…
M: Este cucharón me pertenece, fue hecho de mí.
H: ¿Qué?
M: Si, este cucharón tiene la forma de mi teta derecha, como las copas de Maria Antonieta.
(saca una teta de debajo del batón y prueba el cucharón)
H:¡Pues tiene razón! Cucharoncita nunca me contó de su madre… ¡Suegrita!
H: Está bien, digamos que es suya, pero llega un momento que los hijos deben abandonar su nido… que no va a quedar vacío, mi amorcito me contó que tiene un hermano espumadera.
M: Si, es el menor (levanta a espumadera de la mesa y se lo muestra)
H: Se parecen poco…
M: Es que espumadera es de mi glúteo izquierdo (agarra la espumadera y le muestra que ajusta perfectamente)
H: ¡Ah! ¿Pero por qué tiene tantos ojos?
M: Ya le dije que es el menor, estaba grande cuando lo tuve. Ya tenía celulitis.
M: ¡Pero váyase de acá! ¡Usté esta reloco hombre! ¡Fuera!
H: ¡Jamás sin Cucharoncita! Hemos compartido muchas cosas y nos quedan más por compartir! Tomamos sopa en invierno, ensalada de fruta en verano… Nuestras bocas se unieron miles de veces, ¡y cada una de ellas fue hermosa! Además ¡amo su compromiso social! ¡Servimos muuuchos guisos y locros en ollas populares!
M: ¡Pervertido! ¡No se da cuenta que todavía es una nena! (lo amenaza sacudiendo el cucharón)
H: ¡No sea necia! Ella tiene el doble de la edad que usted tenía cuando la tuvo! Además no la maltrate, la está sacudiendo como a un cucharón, ¡se va a marear!
M: (M apoya cucharón sobre la mesa y piensa…) Puede ser… Pero yo la tuve muy joven. Desde entonces me he pasado en la cocina con cucharones, espumaderas y palotes de amasar. No quiero lo mismo para ella!
H: Ah! ¿Mi amorcito tiene un hermano palote?
M: Sí, es el del medio (Sobre la mesa quedan ordenados cucharón-palote-espumadera, M señala que el palote está en el medio)
H: Ese sí que no se parece nada a mi amorcito!
M: (M rompe en llanto) Es que es de otro padre 
H: Pero es hermano de espumadera?
M: No hombre, ya le dije, cucharón y espumadera son hermanos. Palote no, es de un padre ausente, que se aprovechó de mi angustia de ama de casa. Ni siquiera puedo decir que me dio una graaaan alegría, apenas un instante de distracción y desapareció el muy turro! (sigue llorando). Por favor devuélvame esa llave y váyase ya, pase por cucharón cuando quiera, pero antes tengo que hablar con ella de cosas de la vida…
(H deja las llaves sobre la mesa, besa a cucharón como tomando sopa, besa a M en la mano y parte)
M: (hablando a cucharón) Bueno nena, ya escuchaste la historia. Nunca te la conté por miedo a que se repita, pero me dí cuenta que es al revés. Es mejor contar y recordar las historias, para que no ocurran nunca más… Bueno, pero no se la cuentes a papá, que está creído que palote es hijo suyo. Papá es tan bueno como pelotudo, nunca se dio cuenta que no se parece en nada a nosotros, es un calco de su padre (agarra el palote y lo blande). 
M: Cuando mentimos a alguien tomamos decisiones por esa persona. Si tu padre supiera la verdad, no estaría aquí tan feliz con nosotros. Esta es una mentira blanca que lo favorece ¿no? El cornudo continúa su vida de mierda, trabajando por dos pesos y alegrándose cuando encuentra un plato de milanesas como si fueran la felicidad. Si le decimos la verdad, alguna boludez va  a hacer, dejemos todo así. 
(M se pone el delantal y habla al cucharon que está sobre la mesa
M: Suerte hija.  Hoy haremos milanesas y el mundo será mejor.

Enrique Spinelli, 2015.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Ever Santino: Tango balcarceño

Ever Santino era todo Tango. Se desplazaba en caminata de tango. En las esquinas siempre hacía un corte, y si tenía que doblar lo hacía después de una quebrada. Un corte en el umbral, una quebrada y pasaba por la puerta en una agachada. El espectáculo era maravilloso, pero la gente no le prestaba atención: de tan habitual se había vuelto invisible, como la renguera de un amigo o la belleza de una esposa.

Ever era una pequeña incisión del arrabal en el centro, que penetraba cada día cuando el tanguero iba a trabajar. El arrabal balcarceño estaba circunscripto al barrio de la estación, llegaba hasta el Riojano y afloraba nuevamente por la plaza Güemes; pero Santino, sus pasos y sus versos, generaban trazas de arrabal que surcaban todo el pueblo. Eran ventanitas para espiar qué ocurría en esos lugares donde aun sobrevivían los gallineros, el barro, las vecinas en batón y las tablas de lavar. Con el tiempo, el arrabal fue extinguido por el progreso, que primero lo invadió con arterias de cordón cuneta y luego lo tomó por completo.  Por suerte -y por Ever- hoy sabemos algo de lo mucho que allí aconteció.

Los suburbios balcarceños fueron tierra fértil que el genio de Santino utilizó para el almácigo de sus composiciones. En su barrio se nutrió de amores, desengaños y traiciones. Desengaños hay en todos lados, pero los del arrabal eran mejores, los amores más verdaderos y las pasiones más vendedoras.  En una conferencia que Ever dictó en el club Alas balcarceñas, reconoció las facilidades que le daba su barrio para componer. En aquella oportunidad expuso:

“Fijensé, en el centro, el gerente del banco anda con la secretaria. Su esposa lo descubre, se enoja y lo insulta. El gerente le pide disculpas con un anillo de rubí y todo queda como estaba: imposible escribir un tango con esto. En frente de mi casa, Nestor le metió los cuernos a Susana. Ella se entera, tranqui le hace percha todos los gallos de riña del Nestor y en una cena con velas, se los da de comer. Además, le destiñó con lavandina la camiseta de Ferroviarios, le quemó las revistas Patoruzú, y como si todo esto fuera poco,  lo echó a patadas en el culo de la casa, justo a la hora que todas las vecinas barren la vereda. De esto nació -de parto natural- el tango “Devoré mis guerreros sin saber”.

Ever Santino era un gran bailador de Tango que vivía una vida completa en cada pieza. Comenzaba alegre seduciendo, luego se enamoraba perdidamente en el medio y culminaba en una tremenda decepción. Todo esto en unos pocos minutos que Ever siempre terminaba llorando desconsoladamente. Esta actitud le dificultaba conseguir pareja de baile, pero él no podía retacear corazón. De todos modos, este no era su mayor problema. Santino era un tipo complaciente, y no podía aceptar esas reglas implícitas que establecen que el varón conduce a la mujer, la guía, la indica y la domina. Ever proponía un tango consensuado. Consultaba a su compañera para cada decisión: ¿Le parece ahora una corrida? ¿Qué tal un corte en la frase “prometieron a sus ansias”? ¿Salimos hacia la derecha? ¿Comemos pizza después? El baile así era verdaderamente complejo, falto de gracia y de continuidad. Para evitar esto Santino empezó a bailar solo, pero también tenía problemas para decidir en soledad. Finalmente se retiró del baile pero no del tango, y se dedicó exclusivamente a escribir poesía tanguera.

Su actitud de querer conformar a todo el mundo, también le generó problemas en su carrera como poeta. Sus primeras letras, tal vez algo rústicas, describían su barrio y por esto fue criticado: –¡Eh! ¡Sus letras siempre hablan de su barrio! Entonces empezó a escribir sobre los dramas del gerente del banco: –¡Eh! ¡Sus letras son muy desabridas! Cambió nuevamente y escribió sobre terribles desengaños. –¡Eh! ¡Sus letras son muy tristes, ¿por qué siempre letras tristes?! Santino, angustiado por la excesiva presión, intentó escribir letras combinadas teniendo en cuenta todas las sugerencias. Surgieron versos como:

La mariposa de barro profundo,
se posó en un cheque endosado. 
Se inmoló en un mingitorio hediondo, 
lleno de milagros usados.

… todas pésimas letras, que fueron duramente criticadas por todos y demostraron que es imposible conformar a estos todos. Pero un tanguero se alimenta de imposibles… Ever no se rindió, fue hasta al fondo y volvió. Volvió con tres tomates y una gran idea: ese día inventó el “balfardo”, lenguaje con el que escribiría toda su obra de aquí en adelante.

Sólo Santino comprendía el balfardo y nunca dio pista alguna sobre el significado de las palabras. Algunos sostienen que el tampoco lo conocía, pero componía con soltura. En 3 semanas escribió 137 tangos, convencido de haber cumplido con su propósito: como nadie comprendía las letras, no podían criticarlo sobre los temas que trataban. Además, aun siendo un tipo muy tímido, podía permitirse retratar en los tangos sus más intimas miserias, miedos y renuncios, como él mismo asegura que sucede en “Mi anfisusa satuldad”:  

Andando de infesiendo, cabeciando la trefisa,
me anquitusa la alegría de la tusa en la camisa.
En canuga la guardé, de esa noche de  tumaco
y despatado la busco cuando me voltea el laco.

…y de nuevo volvieron los críticos a atacarlo. Algunos sostenían que este lenguaje propio era una artimaña para conseguir rima fácil, pero el poeta siempre sostuvo que este lenguaje fue creado para que sus letras se completaran en el más profundo interior del espectador, de acuerdo a sus deseos y necesidades. Ever lo explicó claramente en una de sus presentaciones: 

“¿Vieron el asunto del iceberg que se ve un pedacito fuera del agua y es enorme abajo? Bueno, esa es la idea. Yo les doy la puntita nomás (disculpen la expresión) y ustedes completan la obra con lo que tienen en SU interior. Si están vacios, hoy se van a quedar con nada. Pero casi nadie está vacío del lado de adentro, y estos versos tomarán significado con sus historias propias. Ustedes mismos compondrán la letra que zapateará en sus almas, las acariciará o las sacudirá. Las palabras que les entrego son apenas un tendal para que cuelguen sus sentimientos…”

El balfardo fue una creación maravillosa. En el estreno del tangazo “Nipofuso Trefeyé” , gran parte de la audiencia lloraba desconsoladamente, mientras otra parte reía a carcajadas y algunos se hundían en una profunda melancolía. 

Además, el nuevo idioma puso en igualdad de condiciones interpretativas a un balcarceño, un porteño, un japonés o un yugoslavo porque ninguno podía comprender literalmente nada de la letra: el balfardo era igualitario. Esto ayudó a que los tangos de Santino se difundieran con gran éxito en Japón, Holanda, Tanzania y Florencio Varela. El poeta viajó al exterior a difundir su obra y desapareció. Su último rastro quedó en un gran aplauso que recibió en una presentación a bordo de un crucero en el mediterráneo, donde estrenó su tango 138: “Altuzigana” . 

Nunca más se supo de él. El misterio de su desaparición alimentó el mito y el interés en su obra. Investigadores de todo el mundo intentaron descifrar sus textos. Cargaron todas sus letras en supercomputadoras intentando quebrar el código balfardo. Luego de meses de trabajo en distintos lugares del mundo, descubrieron que los 137 temas no podían decodificarse; pero incorporando “Altuzigana”, de todos ellos se extrae un único mensaje oculto:

“Viví intentado conformar a la gente, a los críticos, buscando no confrontar. Me adapté a todo respondiendo a estímulos externos. Complací a quienes me demandaban con vehemencia y traicioné a los comprensivos. Empezaré una nueva vida siendo más justo. Más justo conmigo. Haré lo que se me cante. Buenos días y buenas noches”.


Enrique Spinelli, 2016.

jueves, 14 de abril de 2016

Syder Guiscardo y el vigor balcarceño

Hace 50 años, el balcarceño Syder Guiscardo, quien supo ser orgulloso bañero del “Sportivo” Balcarce, ganó la competencia internacional de mar abierto Mar del Plata–Miramar. Cuentan los que cuentan, que Syder inició la competencia tomando la punta con un ritmo arrollador. Tras él venían un polaco, un inglés, dos estadounidenses, dos canadienses, un tailandés y tres toninas. Estos experimentados nadadores comentaban entre sí: este loquito no llega ni a Chapadmalal !!! ...y se equivocaron. Mientras ellos seguían nadando shiss... shiss… shiss… , Guiscardo se alejaba CHAF CHAF CHAF. Cuando el gaucho Syder se acercaba a Miramar, tenía una ventaja de 35 Km sobre su competidor más próximo. Las toninas lo aguantaron sólo hasta mitad de carrera.

A las 12:15 de este glorioso día, el balcarceño se acerca triunfante a las costas de Miramar donde una multitud lo espera. Su ritmo sigue siendo el mismo del inicio y sigue y sigue y sigue hacia Necochea, donde los organizadores logran capturarlo para subirlo al podio. 

Algunas mentes perspicaces pertenecientes a almas avaras, introdujeron la posibilidad de doping, pero exhaustivos análisis realizados por el farmacéutico balcarceño Ulises Garsú, confirmaron la inexistencia de sustancias prohibidas en la orina del nadador. 

A partir del relato de la hazaña de Syder Guiscardo, nos interesamos en el tema del inusitado vigor del balcarceño. Anoticiados que aún está entre nosotros (está vivo) Ulises Garsú, el primer y único investigador en abordar este tema, nos dirigimos a su casa en las afueras de la bellísima ciudad de Balcarce para entrevistarlo. Nos sorprendió gratamente encontrarlo lúcido y jovial con sus 98 años y nos sorprendió más aún su novia Erika, una voluptuosa morocha de 20 añitos. Pasamos a transcribir la entrevista al célebre científico.

Buenos días Don Ulises, ¿como anda?
De a pié nomás mijito, tengo el falcon en el taller. 

Doctor, estamos recordando la hazaña de Syder Guiscardo cuando ganó la carrera de aguas abiertas Mar del Plata–Miramar y nos gustaría escuchar de usted el resultado de sus investigaciones sobre el increíble vigor del nadador.
Así es muchacho, o mejor dicho así fue hace como cincuenta años cuando me encontré con esa increíble, formidable, muestra de vigor físico y comencé mis investigaciones sobre este caso. El muchacho Syder, que trabajaba en la pileta del Sportivo, ganó la carrera de mar abierto Mar del Plata-Miramar. La ventaja fue tal que algunos malpensados lanzaron el rumor de doping, así que me convocaron para efectuar los análisis respectivos. Analicé, analicé y nada encontré. El muchacho, rápido como un refucilo estaba limpio como una monjita. Sólo me llamo la atención que la muestra, es decir la Syder-meada, se encontraba a una temperatura de 57 grados centígrados. Sepa usted que esto es algo inusual para un ser humano.

¿Y logró encontrar el origen de semejante energía?
Ah si, pero eso fue muchos años después. Me encontraba colaborando en los XXXI juegos inter-escolares, casualmente en el club Sportivo Balcarce…
¿Estaba en el gabinete médico, a cargo del control antidopping?
No, estaba atendiendo el kiosco de choripán de la cooperadora de la escuela 17. El asunto es que observando las competencias pude ver con mis propios ojos un caso calcado al de Guiscardo. Muy parecido. Tanto que instantáneamente me trajo el recuerdo del muchacho nadador.

Estaba mirando la carrera de fondo y veo que el alumno de 6to grado Tito Galván, sin entrenamiento ni experiencia alguna, empezó la carrera a toda velocidad… El profesor Iacovelli dijo, este no llega ni a una vuelta… y se equivocó! Tito seguía a fondo a bordo de sus botines sacachispas, rápido como un refucilo (igualito que Guiscardo), y terminó tan ligero como empezó. Así llegó a la meta con una ventaja de 5000 metros en una carrera de 7000 metros!!!!. (N del P: el Dr. Garsú se queda en silencio)

¿Y que conclusión saco del caso Tito Galván? 
¡Mierda, Carajo! Si supieras algo del método científico ya te hubieras dado cuenta como sigue esta investigación ¡soquete!  Tenía dos realizaciones del mismo fenómeno, sólo tenía que encontrar los factores comunes a ambos casos. 

Fantástico Garsú, ¿y encontró de dónde venía esa energía descomunal? 
¡Uy Dio! ¡Claro que la encontré! En aquel momento sólo sabía que existía algún agente vigorizante, así que tenía que seguir un rastro, una traza de vigor que me permitiera identificarlo. Durante meses recorrí Balcarce y sus alrededores buscando vigor, hasta que una tarde encontré el primer indicio: un perro caniche abotonado a una ternera Holando-Argentina. Ahí cerquita nomás vi un tero que hacia recular a un chancho. Todo esto me indicaba que estaba cerca, así que me quedé la tarde siguiendo a estos animales y haciendo todo lo que ellos hacían. Así comprobé que tanto los trocitos Dogui como las lombrices, son de un sabor espantoso y no tienen poder energético alguno. También encontré que el agua de un roñoso charquito me puso como loco.

¿Tomó agua del charco?
¿Soy un científico o que soy? Por supuesto que tomé agua del charco y hasta arriesgué mi dignidad agachándome delante del caniche.

¿Y ese charco era un manantial de agua vigorizante?
No, ese charco está seco gran parte del año, el manantial está bastante lejos de allí.

¿Y encontró el manantial?
¡Cucheme soquete! ¿De dónde cree que saco el “AGV: Agua Garsú Vigorizante” que comercializo aquí y en 27 países del mundo? Me llevó años encontrar el manantial de AGV.  
No le pido que me precise el lugar, pero sí me interesaría saber como llegó al manantial.
Buehh…, como ya le dije está claro que no sabe nada de investigación. Una vez localizado el charco de vigor, todo fue muy simple. Utilizando mis conocimientos de farmacéutico, arrojé un trazador de mi invención: el “Coloradato de Metito” en el charco y su trazo -su rastro- me permitió encontrar la fuente primaria de agua.

… ¿de Metito? No será ¿de Metilo?
Escúcheme mocoso insolente, a ese trazador lo inventé yo y le puse el nombre que se me dio la gana. Como además de insolente es ignorante, usted no se dio cuenta que se trata de un trazador muy particular, pues deja su trazo aguas arriba, es decir contra la corriente. Le puse “de Metito” en homenaje al rengo Metito, que supo tener un almacén en la calle 11: era muy contrera y estaba siempre en contra de la corriente. Por si no lo advirtió; el término “coloradato” tampoco respeta la sintaxis química: le puse “coloradato” porque es de color azul.

Bien, identificó que el vigor venía del agua, de dónde venía el agua… pero aún no me queda claro cómo Guiscardo y Galván tuvieron acceso al agua. ¿Conocían el manantial?
No, ellos se inocularon con el agua de casualidad nomás y nunca supieron donde. Con el tiempo descubrí que estos dos atletas ocultaban una fea costumbre: tomar agua de los charcos. En alguna época de lluvias fuertes, es probable que todos los charcos cercanos al Club Sportivo tuvieran una concentración considerable de agua vigorizante, dado que el manantial no está muy lejos de esta institución deportiva.

Es importante hacer aquí una aclaración. Tanto Syder como Tito, de por sí eran excelentes atletas, el agua sólo los potenció. Esto es general, por ejemplo, el Turco Alcoyana, cuando está bebido, escribe hermosa poesía; mientras que Chuleta Martinez, cuando esta borracho no produce más que eructos y asquerosas ventosidades.

¡De todos modos es asombrosa la energía que posee esa agua!
No mocito, el agua no tiene ni crea energía, sólo la distribuye. El vigor que tengo hoy se lo estoy robando al futuro o -si tengo más suerte- al pasado. Mi erección de hoy es alguna trunca del pasado o una que no tendré en el futuro. 

¿Sabe una cosa? Poco me importa un futuro incierto con un presente concreto. 

¿Y sabe otra cosa? Usted ya me aburrió, si no va a comprar nada, vaya nomás, y mándeme un ejemplar de la revista.

Venga Erika, hágale unos mimos al amigo. - ¿Al periodista? –No querida, el periodista ya se fue.


Enrique Spinelli, 2007, 2016.

sábado, 26 de marzo de 2016

Bingo!

Nunca había entrado a un bingo. Me impresionó, me impresioné. Primera impresión: sentí que estaba en una película de ciencia ficción. En segundos pasé de un paisaje gris de zona estación de trenes a uno que estalla en colores y sonidos. Estalla y estalla continuamente. Es todo muy raro, toda la gente está conectada a una máquina de colores, tranquila, ida de si pero hacia dentro de la máquina. La sala está llena de tipos de seguridad que cuidan de ó a esta gente ¿?
Cada máquina tiene un cuerpo conectado, sospecho que esto debe ser una especie de terapia intensiva. Estas máquinas dan soporte de vida. Espero que no se corte la luz. Acá, como en los criaderos de gallinas, no es de día ni de noche. Siempre es buen momento para apostar aquí y para comer en el criadero aviar.
Recorro las salas, todas están llenas de gente conectadas a máquinas. Su actividad es apretar unos botones, para indicar que están vivos. Cada tanto alguno se distrae o se muere y suena una alarma. Estos eventos se festejan. Sigo recorriendo y veo más y más gente conectada a máquinas. La situación me angustia. Yo me siento cada vez peor, pero la gente conectada parece estar al menos estable. Estable puede ser mucho.
¿Quién  tiene razón? Yo me la doy de pensador, pero la angustia me achata el pecho. Esta gente tiki tiki el botoncito, pueden pasar días así… ¡Ma sí! me siento frente a una máquina. Saco toda la plata que tengo en el bolsillo y llamo a la piba que ayuda a los viejos conectados (debe ser enfermera): -Señorita, no sé como es, pero por favor cárgeme todo esto en esa máquina. Me apoltrono y empiezo a apretar botonitos, decidido a darme máquina hasta que viva, hasta que ame o hasta que muera.

Enrique Spinelli, 2016.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Dietética

A unas cuadras de mi casa hay una dietética donde atiende una pelirroja que me ha enamorado. Para llegar a su negocio debo cruzar una avenida. La senda peatonal es muy cruel, mi pie no entra en el ancho de la línea y la distancia que las separa corresponde a un paso largo, que dificulta cualquier maniobra. Si piso cada línea, mi pie sobresale de lo blanco, toca algo de asfalto y llego al otro lado sin ninguna posibilidad. La colorada me trata displicentemente. Compro arroz Yamani. Voy en puntitas de pie, la gente lo advierte, y la colorada no me da ni bola. Compro arvejas partidas. Si camino de costado, poniendo totalmente mi pisada sobre la senda, me miran aún más y claro… la piba me trata como a un extraño. Compro harina de mandioca. Con zapatos de taco alto, la pisada entra perfectamente, pero no son mis zapatos. Me trata peor que nunca. Preparo unos zapatos de salón a los cuales les saco los tacos. Entrené caminando ligeramente inclinado hacia adelante, pisando casi plano pero sin apoyar el talón y llego al otro lado sin pisar asfalto y sin ser observado. Al arribar al terreno divino todo cambia. De pronto todos los locales, todas las casas, son dietéticas con la colorada esperándome sonriente en la puerta. No hay más personas que yo y muchas pelirrojas, cada una en su dietética. Así no. Regreso aturdido, caminando calles de dietéticas, cruzando en esquinas de dietéticas, mirándome en vidrieras de dietéticas. Llego a mi casa que ahora linda con una dietética atendida por la pelirroja que me sonríe y sonríe como una cajera china. Busco mis llaves; doy una última mirada a mi barrio de dietéticas y advierto que del otro lado, pegada a mi casa, entre todas las dietéticas, hay una verdulería que atiende una bella morocha. Entro a mi casa y cierro puertas y ventanas.

Enrique Spinelli, 2016.

jueves, 28 de enero de 2016

Sueños con Katheryn

El viejo Solís sostiene que somos el sueño de otro. Algunos son soñados por un dios, otros por una gorda tetona, o una viejita mala onda. Todo va en suerte. En Balcarce todos son soñados ahí mismo. Soñadores y soñados van cambiando para evitar el aburrimiento, que es la única muerte posible. Todos desean ser soñados por Alcoyana, quien inclusive despierto tiene sueños preciosos. El infierno es ser soñado por el usurero Juan T Garchau. Alcoyana dice que puede ser que seamos solo sueños, pero además soñamos (ver su Poema a Olga: "Soñé que estaba dormido, soñando contigo en un sueño…”)


En el barrio del Alas Balcarceñas, todos tenemos siempre el mismo sueño. Vamos caminando por la 20, todo está en gris menos Katheryn que tiene su vestido rojo. Llegamos a su portal, nos saluda, nos da un beso, nos toma de la mano y nos lleva dentro de su casa, alcanzamos a ver la galería y puf, ahí todos nos despertamos. Todos tenemos el mismo sueño, pero todos soñamos cosas distintas. Cuando me despierto estoy convencido de que Katheryn me lleva para la quinta y me da unos besos entre los tomates. Elena afirma que es su hija, que se fue con un circo, que la lleva a la cocina a tomar unos mates. Pipo está seguro que es su mamá, que no conoció, que lo lleva al patio para ponerlo en una hamaca de mimbre. Soguita despierta siempre con una sonrisa; Katheryn lo lleva al fondo y le dice al oído el número que saldrá en la nocturna de Provincia. El número nunca sale, y Soguita sonríe porque tendrá que volver por otro…

Enrique Spinelli, 2015

lunes, 7 de diciembre de 2015

Un desayuno encontrado

Hace muuuchos años, en un viaje de trabajo con Dardo y Pablo, luego de un día trabajando sobre asfalto calcinante, nos hospedamos en un hotel céntrico de Tucumán. Al día siguiente vamos a desayunar en un inmenso salón comedor. Nos sentamos en una mesa que ya estaba preparada con tazas y platitos. Antes que llegara el mozo a servirnos el café, advierto que mi taza tenía una marca de rouge. Sin decir nada ni levantarme de la silla, intento cambiarla por otra taza de la mesa de al lado, pero ya es tarde: el mozo está al lado mío, advirtió la maniobra y me mira con cara de orto… ¿Qué le pasa a esa taza? Pienso, intento pensar la forma más amable de contestar, algo que no contenga la palabra “sucia”, “suciedad” ni nada parecido… Es que esta taza tiene un beso… Aha, ¿y qué? Es que ese beso no es mío, no es para mí. ¡Mire usted! ¿y cómo sabe tanto de ese beso? No puede ser mío porque no soy de aquí, estoy de paso. ¿Ah sí? Usted vino solito y se sentó en esta mesa, en esta silla, delante de esta taza, en ninguna de las otras 87  que hay en este comedor, y me dice que ese beso no es suyo… El mozo me toma del brazo, fuerte, casi con violencia, y me lleva a recorrer todas las tazas del salón. ¿Ve? La única taza en todo el comedor que tiene un beso es la suya. ¿Sabe cuántas personas estarían felices con una señal así y usted no quiere la taza? ¿Qué le pasa?...le parece… ¿sucia? No, es que me da… como impresión, no sé de quién es este beso ni adónde iba o va… Hace 23 años que trabajo en este hotel y en mi puta vida encontré un beso en una taza. Usted viene un día, encuentra uno y lo deja pasar. ¡Ya le cambio la taza y listo! No, por favor, sírvame café con leche en esta taza, hasta el borde. Le doy un sorbo al café y sentí un beso, otro, otro y otro. Allí, tan lejos, estaban los besos que no fueron.

Enrique Spinelli, 2015.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Arenga Alcoyana

El filósofo Alcoyana advirtió que nos estábamos viniendo a pique. Llenó cada vaso de ginebra y se dispuso a zamarrearnos intelectualmente: ¿Qué nos está pasando muchachos? Nos quedamos acá, muy divertidos recordando viejas anécdotas y cagándonos de risa. Encima se los ve contentos, ¡si serán pelotudos amigos!

Ya no se si fueron tan divertidas o las sobrevaloramos, las cuidamos tanto que las vamos mejorando con el tiempo. Esto es muy triste, estamos viviendo de anécdotas a plazo fijo. Dejémonos de joder, nuestras nuevas anécdotas serán “Cómo nos divertimos recordando viejas anécdotas” ¡Por Dió muchachos, salgamos a patear tachos de basura! ¡Entremos al Club El Riojano y pidamos un Tia María! ¡Emborrachemos las palomas mensajeras! ¡Vamos amigos! ¡Caguemos más alto que el culo (fijemos objetivos que excedan nuestras posibilidades)! Siempre lo hicimos así y nos fue bien. No seamos cagones.

Está bueno encontrarte en situaciones que te superan. No sabés como hiciste para llegar allí pero ahí estás, abrieron el telón y estás en una sala llena de gente, estás cenando con una mina genial, te dieron el micrófono en la fiesta y la gente se calla para escucharte, estás en la puerta del área con pelota dominada y toda la tribuna grita ¡Alcoyana! ¡Alcoyana! Estás emocionado, el corazón te explota, te sudan hasta los ojos. De repente -es un instante- te salís del cuerpo y te ves desde afuera, te ves como vos te ves, como vos te crees: chiquitito, mínimo, te abatatás. En ese momento querés ser mejor, más joven, más inteligente, haber entrenado más duro, tenerla más grande, haber leído más. Mirás para arriba, para todos lados, esperando el milagro… pero el milagro no llega y no hay más tiempo... Te querés despertar, pero estás despierto. Volvés y apechugás, huís para adelante y hacés lo mejor que podés con lo que hay, con lo que sos. Así llegamos hasta aquí, viejos, sin nada, con cicatrices, pero con un montón de historias escritas y por venir: con vida. ¡Vamos los pibes!


Enrique Spinelli, 2015.

martes, 1 de septiembre de 2015

Te sueño el sueño

Para cambiar un poco... un radioteatro.

Personajes: BETO, TITO y ROSALÍA.
(Beto y Tito conversan en la cocina del departamento de Tito)


TITO: Escuchame Beto, ¿qué hiciste el tiempo que estuviste en el departamento? ¿Cambiaste algo en la cama? ¿En el dormitorio? Yo soñaba como loco acá y desde que volví ¡no sueño nada, nada de nada!

BETO: No Tito, no toqué nada. Nos internamos un par de semanas con Rosalía, pero dejamos todo como estaba.

TITO: Ah, te viniste con Rosalía… ¡Pero qué bien me cuidaste el Departamento! ¡Tuve suerte que no rompieron la cama! Y te digo que no dejaron un carajo las cosas como estaban. Acá faltan mis sueños! Y me hago el boludo de que se tomaron el fernet, las 2 cerve que quedaban y se comieron hasta la polenta y un paquete de express que estaba cerrado con un ganchito! Tampoco te digo nada de que se secó desde el potus hasta el cactus! Como mierda hicieron para que se seque el cactus! Eh! Hablá Betoludo! No me vas a decir nada?

BETO: Si, te digo que las express estaban húmedas, una bosta!

TITO: Dale, no me jodás amigo, decime... ¿qué hicieron? ¿cambiaron algo de lugar?

BETO: ¿No te imaginás que hicimos las dos semanas corridas? Y si Tito, cambiamos de lugar varias veces! Jijijiji!

TITO: Che, enserio, pensá! Mis sueños son muy importantes! Mi vida real es una cagada, pero yo me tiraba a dormir y soñaba lindo. Ahora me acuesto boca arriba y así me despierto, como si toda la noche fuera un instante. ¡Vamos, pensá! ¿Qué puede haber pasado?

BETO: La verdad que no tengo ni idea, en esas dos semanas no movimos ningún mueble, ni siquiera cambiamos las sábanas…

TITO: Si, de eso me dí cuenta. Vamos Beto, ponete en mi lugar. ¿Vos soñás mucho? ¿Soñaste mientras estuviste acá?

BETO: Nada. Rosalía te deja hecho percha, apenas me quedaba energía para dormir… ¡qué iba a soñar! Ella sí sueña mucho, el otro día soñó con sierras, una laguna, y no me acuerdo más… Cosa rara, porque la gordi jamás salió de Florencio Varela!

TITO: Eh! ¿Sierras, laguna? Dale, llamala yá, necesito más detalles.

BETO: ¿Qué detalles? ¿Para que la voy a llamar?

TITO: Dale Beto, ya me cagaste los sueños, al menos llamala, quiero saber detalles de sus sueños

BETO: Uffff… bueno, ahí la llamo… Ups! No tengo crédito. Me prestas tu celu?

TITO: Tomá, dale llamala por favor!

BETO: …Hola Gordita! Cómo andás? Todo bien? Bueno, te llamo cortito porque te estoy hablando del celu de Tito y el rata me hace señas de que tiene poco crédito. Pibita, este rompe quiere que le cuentes de esos sueños que tenés ahora de las sierras y la laguna… Así que son relindos los paisajes? Aha! Y ahora estás soñando mucho con una escuela? Mirá vos! Ah y no es la escuela que fuiste vos, pero te soñás alumna? ¡Qué loco!

TITO: ¡Eh! Qué escuela? ¡Beto, Beto! Preguntale que escuela es, qué número?

BETO: Beyecita, Tito quiere saber qué escuela estás soñando… Ah, escuela número 4, Bernardino Rivadavia…

TITO: ¡Eh! ¡Esa es mi escuela de la primaria! ¡Esta mina me choreo los sueños! ¡Eh! ¡Esos son mis sueños! ¡Las sierras, la laguna y hasta mi escuela! ¡Chorros de mierda! ¡Les dejo el depto para que cuiden y me afanan los sueños!

TITO: No sé cómo mierda vas a hacer, pero ¡quiero de nuevo mis sueños aquí y los quiero ya! Si no es con mis sueños no vuelvas más. ¡Dame el celular! ¡Y andá pensando en devolverme la heladera, el ventilador, la mesa y las sillas que te presté!

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(Beto y Rosalía conversan en la cocina del departamento de Beto)

BETO: Che Gordi, vamos a tener que hacer algo, Tito está recaliente, dice que le sacaste los sueños. Se sacó y me está pidiendo la heladera y un montón de cosas… encima tengo las cuotas del celu, la tele y la play en su tarjeta de crédito…

BETO: Pensá… ¿En qué momento empezaste a tener esos sueños ajenos de sierras, escuela número nosequé? Es muy raro, si vos en tu puta vida saliste de Varela! Pensá, pensá como se los vamos a devolver porque estamos en un problema grosso!

ROSALÍA: Vos estás en un problema! Y nada de sueños ajenos! Son mis sueños pibe! Los sueños son del que los sueña! Basta de capitalismo onírico! Están rebuenos y no voy a devolver un carajo! Anoché soñé que una compañerita de la escuela me apretujaba como a un osito de peluche… y sabés una cosa… ¡me encantó! Ni mierda se los voy a devolver!

BETO: Dale bonita, por favor, busquemos la forma de devolverle los sueños, aunque sea algunos para que se calme un poco. Le llevamos los de las sierras, la laguna, esos deben ser rebaburridos!

ROSALÍA: ¿No entendés? No se puede devolver lo que es de uno!

BETO: Dale linda, no seas así, es un pobre infelíz. Mirá si estará triste que revisa el spam y se alegra con lo felices que son los demás en el facebook. ¿No te da lástima? ¿Por qué no vemos la forma de devolverle algún sueño que no te interese? Enserio, dale...

ROSALÍA: Mirá Betito, a mi me llamó la atención tener todos estos nuevos sueños míos. Ahora los disfruto mucho, pero al principio me asuste un poco y la consulté a Susana, la tarotista, y me contó de estos casos que son muuuy raros. Te la hago corta, aunque me dé pena ese infelíz que solo tenía estos bellos sueños, es imposible que yo se los pase.

ROSALÍA: Susana me lo dijo clarito: la única forma de transferir sueños es quedarse dormido cogiendo con el poseedor. ¿Vos aceptarías que me encame con ese pelotudo, sólo porque estás preocupado por esa heladera pedorra, las sillas y las cuotas de tus boludeces? ¿Eh? Creo que me valorás un poquito ¿no? Bien, entonces, esto no tiene ninguna posibilidad. ¡Mis sueños son mis sueños y que se joda!

BETO: Ta bien, ta bien Rosalía, voy a ver como resuelvo esto, pero me metiste en un quilombo…

(PAUSA, Beto piensa)…

BETO: Pero decime… ¿Cómo hiciste para quedarte con los sueños de Tito?



Enrike, 2015.

viernes, 27 de febrero de 2015

Protección total

En la ciudad de La Plata existe una zona limitada por una avenida, la vía del tren y una diagonal, que es tan apacible, tan tranquila, que su contraste con el entorno llama la atención. Una multinacional de seguros me contrató para estudiar el fenómeno, e inicié mi trabajo de campo entrevistando a Edgar, un kioskero que fue indicado como “el que más sabe” sobre este extraño lugar. Para que mi presencia no perturbe el objeto de investigación, me presenté como un posible comprador de una casita en esta zona.

-En este barrio nunca pasa nada, podés mudarte tranquilo. Hace cinco años que tengo kiosko en esta esquina y te digo que es muy seguro. Las viejitas cuentan la jubilación en la vereda, y ahí las tenés, intactas, chusmeando en la puerta de su casa. Cruzan la calle sin mirar, comen lechón frio a la mañana y perduran. 

Enserio pibe, aquí no pasa nada. Si ponés a calentar agua para el mate, no se hierve por más que te distraigas. Las mujeres pueden batir mayonesa cualquier día de su mes, que no se va a cortar. Te digo más, el trago preferido de este barrio es vino tinto con sandía. Después de comer un chancho te tirás a la pelopincho sin hacer la digestión, y no te pasa nada. Aquí no-pasa-nada.

Dicen que no fue siempre así, que se afanaba y que ocurrían las mismas desgracias que en todos lados, pero en algún momento comenzó esta “seguridad” o tal vez una ¿“sensación de seguridad”? No sabemos si no pasa nada, o si nos tenemos tanta confianza que no nos pasa nada. De todos modos, el resultado es el mismo.

Todo es así siempre que estés dentro del barrio. En el puestito de chori del gordo Tupa podés comer piola, pero si salís del barrio antes que todo residuo del alimento haya abandonado tu cuerpo, te revolverás en terribles convulsiones: es sólo para el mercado interno. Doña Tita salió a visitar a su hermana a Tolosa, se bajó del micro sin mirar, y redujo en 1 la población de esta comunidad.

-Digamé Edgar, ¿esta zona es muy baja? ¿se inunda?

-Mirá, dicen que antes bastaba que el gordo Tupa transpirara un poquito de más para que se inundara todo el barrio, pero desde que tengo el kiosko nunca pasó nada.  Con la lluvia torrencial de la semana pasada;  de aquel lado de la avenida había metro y medio de agua, y de este… nada, las hormigas hacían pie sin problema y los pibes estuvieron toda la tarde jugando al tobogán acuático.

No pasa nada con el agua y tampoco con el fuego. Doña Mirta, la entrenadora de básquet, toda la vida prendió velas a San Cayetano pidiendo  trabajo para su hijo Ruben. Varias  veces prendió fuego el altarcito, y su pieza se incendió cuando Ruben tenía unos 50 años, pero hace tiempo que las velas se apagan solas antes de terminarse, y su altarcito de telgopor está intacto.

-Aha… ¿y funcionó? ¿Consiguió trabajo el hijo?

Si le digo que toda-la-vida le prendió velas, es porque ¡nunca consiguió trabajo!  Seguramente SanCa le mandó alguno, pero debe haber otro santo -desconocido-  que ayuda a que los tipos como Ruben no lo agarren.

-No tienen problema con el agua, ni con el fuego ¿y con el viento?

- ¡Uy Dio! Agua, fuego, viento… ¿qué sos vos? ¿Astrólogo? ¿Podés predecir que va a pasar? Acá eso es fácil. Aquí no pasa nada.

-Sí, pero este barrio está muy bueno, se debe mudar mucha gente aqui ¿no?

-No. No vienen muchos, porque esto no es tan bueno como parece. Acá nada tiene consecuencias, nada puede salir mal, no hay riesgos, no hay miedo y es muy difícil vivir así. Sin miedo a perder, las cosas pierden valor, no hay celos, las sorpresas son pobres y todo es muy aburrido. Los que vienen de afuera no aguantan y se van enseguida, la mayoría de los que viven aquí nacieron en el barrio. Es como el asunto del sapo, que si lo ponés en una olla con el agua fría y la vas calentando, lo cocinás vivo y no reacciona; pero si lo tirás al agua hirviendo, salta para afuera como un sapo.

Con el tiempo y con esta seguridad, la gente se fue poniendo vieja y triste. Los jóvenes impetuosos se van porque no se destacan. Acá es lo mismo ser valiente, temerario o cobarde. Los valientes se van porque no tienen miedo que vencer, los cobardes porque no tienen miedo que tener, y los temerarios también se van, pero no sé porqué. Los pibes se van a estudiar y desaprobar, a trabajar y ser despedidos, a romper vidrios a pelotazos. De a poco van quedando sólo viejos, que se aferran a esta vida segura pero desabrida, porque mañana va a salir parecido a hoy y casi igual que ayer. Todo es seguro, todo va a suceder con seguridad: el futuro es falso.

-Usted no es tan grande, ¿por qué se queda aquí?

-Porque soy gordo, pelado, puto y me gusta bailar murga. Aquí no le tengo miedo al ridículo… ¡porque no pasa nada!

Pero te digo la verdad, ya me estoy aburriendo. Cuando bailaba del otro lado de la avenida, me puteaban, la gente se sacaba y me tiraban cosas, me gritaban cualquier barbaridad. Era peligroso, pero me prestaban atención. Aquí… nada, a veces me aplauden nomás.

Así es muy difícil generar historias y anécdotas. ¿Qué me decís si te cuento que comí un tupa-chori, me dieron retorcijones y llegué al baño con lo justo; y que cuando me levanto para tirar la cadena se me cayeron las llaves adentro del inodoro?... ¿Si te cuento que cuando me agacho para agarrarlas, se me cayó el celular del bolsillo de la camisa también al inodoro? ¿Y si te digo que pongo las llaves en el bidet, y cuando abro la canilla para enjuagarlas, le pifié, abrí la llave de la flor y me hice sopa?... ¿Eh? ¡Te estás cagando de risa! No, no te rías, no te rías porque nada de eso ocurrió. No pasó nada, me comí el chori, llegué a casa y me puse a mirar tele hasta que me dormí en el sillón.  Por eso, en el barrio ya no hay escritores, se fueron por falta de material. Acá ni siquiera hay histeria. Las personas te dicen que si o que no ¡A ver si podés escribir una canción con eso! La poesía no es viable.

Con el tiempo se fueron todos los artistas. Sólo de vez en cuando viene un pibe que pinta esos murales con personajes raros que ves ahí. Pinta con la ropa de salir y no liga ni una mancha de pintura, tampoco mancha jamás el piso, y por eso todos le ceden las paredes.

-Edgar, usted ya me dijo que este barrio no fue siempre así de seguro ¿Cuándo empezó este estado de “seguridad extrema”? ¿Por qué razón le parece que esto es así?

-Nadie tiene idea. Pensamos que no es una cuestión de seguridad porque sí, sino de protección, que alguien o algo nos protege. Sospechamos del San Cayetano de Doña Mirta, porque después del incendio de la pieza cambió la imagen, el altarcito y no se prendió fuego nunca más, siendo que antes se prendía fuego a cada rato. Está claro que ese santo no da este tipo de protección, pues  está diseñado para conseguir trabajo. Como nunca consiguió uno, yo pensé que por ahí Mirta -por error- trajo una imagen de otro santo, y convencí al vendedor de la santería que está enfrente de la Rosa Mísitica que venga a revisarlo, para ver si tenemos un super Gauchito Gil, una ultra Gilda o algo así. El tipo lo revisó y dijo que la estatuita es medio berreta, que está tan deformada y mal pintada, que puede ser San Cayetano, la virgen María, o su suegra, pero que sin duda no es ningún protector eficaz conocido.

No sabemos por qué aquí no pasa nada, pero es así, y no necesitás saber porque. Si vas a mudarte, tené en cuenta como es la vida aquí y listo.

-Si Edgar, pero todo esto es muy extraño. A usted lo veo re-tranquilo con esta situación, pero a mí me da miedo.

-¡¿Miedo?! ¡¿Quien sos vos realmente, pibe?!¡Decime quien sos o te clavo este doblador de pestañas en un ojo y te lo saco por el otro! ¡Sólo los garcas pueden tener miedo en este barrio! ¡Te aseguro que vos acá no tenés protección que te salve! ¡Dale, hablá o te hago tragar este medio chori que tiene una semana abajo del mostrador!

-¡Nooo mmaghh puaghj! Está bien Edgar, ¡perdonemé! ¡No voy a mudarme a este barrio! ¡Una multinacional me pagó para que investigue por qué en este barrio no pasa nada!

-¡Si serás hijo de puta, garca de mierda! Ahora te vas sabiendo algo más: la protección de este barrio no funciona para los garcas como vos, pedazo de sorete. ¿Por qué crees que acá no hay vendedores de movistar, de préstamos personales, ni un puto banco?

¡Rajá, rajá ya mismo de acá o te llevo las tres cuadras hasta la avenida a patadas en el culo! ¿Sabés una cosa? Me gustó la idea, y la voy a hacer efectiva. Mirá para allá que está la avenida, ¿la ves? ¿sí? bueno para allá vamos… -¡Tomá garca de mierda! ¡Tomá otra! ¡Tomá! ¡Te voy a dar tantas patadas que en algún momento te va a salir el traje con corbata de abajo de esa remera trucha de superman! ¡O te va a aparecer la inscripción de grinpis, pelotudo!


Bueno, así fue como salí violentamente de los confines de ese barrio apacible. Con el culo molido a patadas, pero a salvo, me quedo mirando desde afuera cómo Edgar se aleja, caminando pesado y saludando vecinos. De lejos veo que se detiene a hablar con el artista que pinta los murales del barrio, que está haciendo uno nuevo.

-¡Lucas, que buena está esa figura pibe! ¿Cómo se llama este mural?

-¡Hola Edgar! Este es “Protector número 8 con lanzarayos de energía repiola” ¿Te gusta como está quedando?

-Si, ¡está muy bueno pibe! Gracias por poner lindo el barrio. Dale saludos a tu tía Mirta y pasá por el kiosko que te doy unos biscochos para que lleves.


Enrike, 2015.

miércoles, 15 de enero de 2014

Cielo balcarceño

Alcoyana es de esos tipos que sólo cree en Dios cuando se asusta. Eso sí, asustado y todo, es guapo y no arruga ante nada vivo, muerto, material y/o espiritual. El tipo piensa, analiza y expone sobre cualquier tema que se le presente; desde la preparación del Gancia, hasta la existencia de Dios. En esta ocasión va casi a un extremo y nos habla del cielo, más precisamente del cielo balcarceño. Transcribo aquí la conferencia que dictó en el club Alas Balcarceñas, con motivo de la culminación de la damajuana 5, en la centésima sexta partida de truco cotidiano hace unos días. Así expuso el pensador, dedo en alto de una mano mientras sostenía vaso con la otra:

Discúlpenme muchachos, pero les voy a decir una cosa seria: el cielo no existe, te morís y desaparecés nomás. Ya no sos más, te apagan como a la tele y listo. Muchos dicen “Tito se fue al cielo”. Esto es una flojera para no decir que se murió y que ya no lo veremos más. Nos viene perfecto para consolar a un pibe a quien se le murió un ser querido, pero es una pelotudez. “Pibe, tu perrito está en el cielo, y de ahí te está mirando, ve todo lo que hacés así que portate bien. Desde allí también te cuida”.

Como soy un ser pensante y contradictorio (es lo mismo), les digo que el cielo existe. ¿Están más tranquilos ahora? Van a ver como cierra todo. Yo, el papa Francisco y todos ustedes pensamos lo mismo, es sólo una cuestión de interpretación.

Cuando nos morimos vamos al cielo. Lo que queda de nosotros está en el cielo. Desde el cielo nos observan y nos aconsejan, ayudan, etc, etc y etc. Todo es cierto y correcto, ¿pero saben dónde queda el cielo? Está mucho más cerca de lo que ustedes piensan. El cielo está en las mentes de todos aquellos nos recuerdan, en todas esas personas en las que llegamos a imprimir algo en sus mentes, allí sobreviviremos a nosotros. Nuestro cielo está distribuido en esas mentes, más precisamente en los recuerdos de todos los que fueron conscientes de nuestra existencia, a quienes les ocuparemos un poquito de alma. Desde ahí perduraremos, y perduraremos mejor que intactos, ¡¡¡porque los recuerdos mutan a favor del muerto!!!

Les aseguro muchachos que nosotros tenemos el cielo asegurado, nuestras almas están cargadas de recuerdos. Yo sé más de Marmorato que él mismo, el sabe de mí mucho más que yo. El Mirlo contará mis historias a sus hijos y expandirá mi cielo. Cuando yo no esté aquí, estos pibes contaran las historias de Alcoyana con lo poco que se acuerden y con lo mucho que le van a agregar, de acuerdo al afecto que me tienen a mí y aquel que les transfiera su padre.

En Balcarce, el cielo ha evolucionado con el paso del tiempo y se ha perfeccionado. Allí las anécdotas de barrio se vuelven justas épicas, y los usureros, cagadores y traidores, son apenas apostillas en los cielos de los generosos, en los cielos de sus víctimas. Para estos tipos sólo queda deambular en la nada, en el olvido.

-¿Y el infierno? Turco, ¿existe el infierno?
Claro que sí. El infierno está en nosotros, el infierno es viajar parado en micro a las 2 de la tarde, es la angustia de domingo. El infierno es esperar. El infierno es un espantoso desierto hecho de olvido.

No nos preocupemos por el infierno y construyamos más cielo. En este momento, allá atrás hay un tipo del barrio medio nerd que no para de escribir en su libretita y que seguramente difundirá esta alocución. De acuerdo a la suerte que tenga con esa difusión, con la ayuda de la imprenta, la tele, la radio y la internet, podría llegar a instalarme en un cielo enorme, alojado en mentes que no conozco ni de vista! Ese cielo es valioso, pero es un lujoso cielo para artistas; a mí me gusta mucho más el cielo cercano, ese que está en quienes me conocen bien: mi cielo balcarceño.

Enrike, 2014.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Pañuelito reparador

En el Bar Savoy, Balcarce, provincia de Buenos Aires, Argentina, existía una mesa donde, por algún extraño conjuro, todas las parejas se sentaban para separarse. De cada ruptura, de cada pareja, poca cosa quedaba: dos tacitas de café tibio y lágrimas. Lágrimas de hombre, lágrimas de mujer, lágrimas de hombre y de mujer.

Chuleta, el mozo, levantaba las tazas, limpiaba la mesa, pero le daba cosa pasar su mugroso trapo rejilla por las lágrimas, y las secaba con su pañuelo de saco. Así, este pañuelo acumuló muchísimas lágrimas de ruptura que le confirieron un inmenso poder: podía reparar cualquier cosa rota que tocara. 

Muy pocos sabían de la existencia de este pañuelo. Un día, el Turco Alcoyana me avisa que Chuleta quería hablar conmigo. Nos encontramos en la vereda del Savoy. Chuleta me lleva al frente de la Casa Boo y me cuenta:

-Bueno pibe, el Turco ya te habrá hablado de este pañuelo reparador. Te cuento rápido la historia. Me di cuenta de su poder cuando advertí que si ponía los billetes de propina en el bolsillo del pañuelo, cuando los sacaba al terminar la noche estaban impecables, siendo que, como todos sabemos, la gente deja de propina el billete más maltrecho [1] que tiene. En un principio me pareció divertido, no tenía idea de la dimensión del poder del pañuelo y lo usaba para boludeces; para arreglar las asas rotas de las tacitas de café, para reparar los vasos rajados y cosas así. Un día le reparé una rajadura en la tapa de cilindros del Valiant a Marmorato y me empecé a asustar.

-Pero eso es fantástico!

-Si, sin duda es fantástico, pero eso no siempre es positivo. Me entusiasmé, usé el pañuelo desmesuradamente; comprobé que podía reparar cualquier cosa, material o no, y me di cuenta que eso no era bueno: no tenía miedo de romper nada, porque podía reparar cualquier cagada que hiciera. Y sabés una cosa pibe, es muy difícil vivir sin miedo. El miedo te moviliza. Sin miedo todo se vuelve gris clarito, casi blanco. No podés ser guapo ni cagón. La vida se te vuelve una sucesión de continuos y ahí estoy yo inmerso con mi esposa. Sin miedo a perderla voy dejando de amarla. No la celo, porque no temo perderla; tampoco la extraño, porque extrañar también exige miedo. Quiero amarla o dejarla, pero no puedo lograr ninguna de las dos cosas. Cada vez que intento rajarme de casa, al verla llorar agarro el pañuelo y todo vuelve a comenzar. Así, este fantástico pañuelo de mierda me fue encerrando y es mi condena. Lo lavé con agua, lavandina, aguarrás y nada ¡Su poder permanece intacto pibe! Intenté romperlo, quemarlo, pero no hay caso, se repara solo y aquí está, siempre listo para seguir reparando todo, aún aquello que no hay que arreglar!

El mozo balcarceño se queda callado un instante y termina: -Te conté todo esto porque no quería engañarte y quería que supieras la verdad de este pañuelo. Te cité porque Alcoyana me contó que sos mago y creo que te vendría bien para tus presentaciones. Si lo querés, es tuyo. Te lo voy a agradecer toda mi vida.

Me dio miedo y no supe que hacer. Le dije –Gracias Chuleta, lo voy a pensar. Le di un abrazo y me fui caminando y pensando para casa. Saco las llaves del bolsillo de la campera y cuando voy a abrir la puerta veo que mi viejo y cachado llavero ¡estaba impecable! Reviso en el bolsillo… y encuentro el pañuelo! 

Así fue como Chuleta me endosó este pañuelo de mierda. A veces lo odio, pero a veces hasta le estoy agradecido. Muchas veces intenté borrar todo rastro de este cuento, pero otras tantas lo recuperé con el pañuelo, porque me dio miedo de no escribir nunca más otra cosa. Ese miedo me tranquilizó. Algo había cambiado.

Enrike 2013.

Nota: Este cuento es un desprendimiento de un guión de un juego de magia que ya representaremos en Letra y Música cuando SyZed termine el tema: “Dame miedo, mi pañuelito reparador”

[1] Es el billete que queda en el exterior del grupo de billetes;después de ordenarlos por valor, cabeza con cabeza y los más rotos afuera. Esto hace un amigo mío, que también esconde el cambio para no se lo vea el kioskero!!!

lunes, 4 de febrero de 2013

Plaza Tito García

Tito García no sabía que hacer con su vida, y por eso hacía nada. Su infancia fue fácil. Tenía que ir a la escuela y allí iba. Su adolescencia también pasó bastante bien. Tenía que ir a la escuela a la mañana y algunos días a educación física por la tarde. Eso era todo, y eso hacía. La vida se le complicó cuando terminó la escuela: debía decidir si trabajar o estudiar. Esto era demasiada decisión para él; entonces no decidió, o decidió no decidir: decidió esperar. Esperaba y esperaba que algo ocurriera, que alguien lo obligara a hacer algo; pero nada, nadie le hacía nada. Nada, ni un acto perverso que generosamente lo perturbara un poco.

Una tarde de un abril, Tito esperaba tranquilo en una plaza, sin desesperar, con la esperanza lábil de quienes esperan nada, cuando de pronto se encontró en medio de una manifestación: una multitudinaria marcha por los derechos de los daltónicos. Las demandas eran razonables y apuntaban a conseguir un trato justo e igualitario. Pedían que la televisión vuelva a ser en blanco y negro para tod@s; cambiar las luces de los semáforos por letras “¡pará che!”, “¡guarda!” y “dale nomás”, que se incluya en cada tomate una barra indicadora de su nivel de maduración, y que se prohíba el pelo color zanahoria y pelirrojo en las mujeres de más de 50; también el spray y el uso de paraguas.

La manifestación se desarrollaba normalmente, pero de pronto comienza una violenta represión, palos, golpes, empujones, gente arrastrada de los pelos que se resiste a subir al móvil policial. En ese revuelo, una bala perdida y Tito queda tirado en el piso bañado en sangre. Los manifestantes creen que son manchas  de pasto por los arrastrones y lo dejan ahí, hasta que un infiltrado advierte que se estaba desangrando y llama una ambulancia. Cuando llega, Tito ya está muerto, envuelto en pancartas verdes, rojas y grises.

La policía revisa su teléfono celular y encuentra que tenía sólo 3 contactos: Mamá, Papá y Edelap. Su mamá no contesta, tampoco su papá; habían fallecido  2 años atrás en un accidente. Edelap, notablemente acongojado, contesta: “Al día de la fecha no registra deuda por consumos ni servicios”.

Su cuerpo es velado 5 días en el salón rojo punzó de la Asociación Daltónica Argentina. En los diversos actos realizados en su memoria, muchos amigos  cuentan que extrovertido que era, otros aseguran que era muy introvertido y que era un excelente deportista, aunque no practicaba deportes. Tod@s destacaron su gran sensibilidad social, su preocupación por las minorías y los oprimidos, y el levante que tenía con las mujeres. En fin, un pibe con un gran porvenir por delante. Su muerte fue una gran pérdida para la sociedad.

Tito es instituido como un mártir. Le ponen su nombre a la plaza Sargento García donde murió; se levantan capillitas en todas las plazas redondas del país, donde aseguran produce milagros y te ayuda a salir de la plaza en la derivación correcta y deseada. Es habitual ver a los automovilistas que no pueden salir del círculo, dejar como ofrenda tomates y alfajores “capitán del espacio”. Los peatones que no pueden cruzar y quedan allí atrapados, venden en las capillitas muñequitos, estampitas y el chupetín milagroso frutilla-menta de Tito García.

Las virtudes y los poderes de Tito se incrementan día a día. Pueden encontrarse capillitas en todo Latinoamérica, y también pastores especialistas en su fe.

Tito no sabía que hacer con su vida. Supieron que hacer con su muerte.

Enrike 2013.